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FE Y ACONTECER

Déjenlos crecer juntos hasta la cosecha

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Cardenal Nicolás de Jesús López RodríguezSanto Domingo

XVI Domingo del Tiempo Ordinario 19 de julio de 2020 – Ciclo A

a) Del libro de la Sabiduría 12, 13. 16-19.

El texto de este domingo es­tablece: “Tu poder es el prin­cipio de la justicia y tu so­beranía universal te hace perdonar a todos… Tú, po­deroso soberano, juzgas con moderación y nos gobiernas con gran indulgencia”. Dios gobierna a los hombres con moderación e indulgencia, porque es poderoso y sabe que, con sólo quererlo, pue­de recurrir a la fuerza y a la severidad. Lo que enseña a su pueblo dos cosas: Primero, que a ejemplo de la sabiduría debe mostrarse humanitario y esto no sólo con sus herma­nos de raza, como prescribía la ley israelita, sino con todos los seres humanos. Y segun­do, que nunca debe perder la esperanza, pues siempre hay lugar para el arrepentimiento y el perdón.

b) De la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos 8, 26-27.

El Apóstol San Pablo re­cuerda a los conversos roma­nos que el Espíritu Santo, re­cibido en el bautismo, nos ayuda a orar desde lo más hondo de nuestro corazón: “El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables…”. Hoy también el Espíritu está presente en nosotros, nos co­noce, nos protege, nos acom­paña. No obstante, a pesar de las dificultades y de las múlti­ples persecuciones, la fuerza de Dios, del bien sobre el mal, acaba por vencer la dura rea­lidad sin emplear métodos violentos ni violentar la liber­tad humana.

c) Del Evangelio de San Mateo 13, 24-43.

En el discurso de Jesús so­bre el Reino de Dios, se dis­tinguen dos partes: en la pri­mera Jesús propone tres parábolas: la cizaña y el trigo (vv. 24-30); el grano de mos­taza (vv. 31-32) y la levadu­ra en la masa (v. 33); y en la segunda parte, la explicación de la parábola de la cizaña y el trigo (vv. 36-43).

Estamos ante una parábo­la escatológica con la que Je­sús pareciera dar respuesta al movimiento fariseo de segre­gación: solamente los “pu­ros” podían constituir la co­munidad de la Alianza. Él, en cambio, se mezclaba con los pecadores y admitía en su compañía a los publicanos, lo que resultaba intolerable en la mentalidad de los escribas y fariseos.

La respuesta de Jesús es que la paciencia de Dios aguarda a que madure la co­secha para hacer la separa­ción del trigo y de la cizaña, en el juicio último

En la explicación de la pa­rábola a los discípulos, adver­timos dos partes definidas: Primera: explicación alegó­rica de las siete palabras más importantes del relato, lo que constituye un pequeño léxi­co de términos alegóricos, el “quien-es-quién” en la pará­bola. “El que siembra la bue­na semilla es el Hijo del hom­bre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciu­dadanos del Reino; la cizaña son los partidarios del malig­no; el enemigo que la siem­bra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segado­res los ángeles” (vv. 37-39). La segunda parte de la expli­cación opone el destino diver­gente de la cizaña y del trigo, es decir, de los pecadores y los justos, en el juicio final que se describe con la clásica termi­nología apocalíptica: horno encendido, llanto y rechinar de dientes. A la paciencia de Dios debe responder la tole­rancia del hombre y no la in­transigencia, el fanatismo o el celo excesivo que representan los criados del amo.

Del Evangelio se despren­de una lección de compren­sión y tolerancia para todos. Las tres parábolas, de con­traste, del Evangelio de este domingo, muestran el creci­miento incontenible del Rei­no de Dios a partir de comien­zos muy modestos. Sin que sepamos cómo, la semilla del Reino germina y fructifi­ca dondequiera que un cora­zón humano responde a Dios. Él es quien da el crecimiento y espera pacientemente la co­secha.

Fuente: Luis Alonso Schökel: La Biblia de Nuestro Pueblo.

B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra.

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