FE Y ACONTECER
Déjenlos crecer juntos hasta la cosecha
XVI Domingo del Tiempo Ordinario 19 de julio de 2020 – Ciclo A
a) Del libro de la Sabiduría 12, 13. 16-19.
El texto de este domingo establece: “Tu poder es el principio de la justicia y tu soberanía universal te hace perdonar a todos… Tú, poderoso soberano, juzgas con moderación y nos gobiernas con gran indulgencia”. Dios gobierna a los hombres con moderación e indulgencia, porque es poderoso y sabe que, con sólo quererlo, puede recurrir a la fuerza y a la severidad. Lo que enseña a su pueblo dos cosas: Primero, que a ejemplo de la sabiduría debe mostrarse humanitario y esto no sólo con sus hermanos de raza, como prescribía la ley israelita, sino con todos los seres humanos. Y segundo, que nunca debe perder la esperanza, pues siempre hay lugar para el arrepentimiento y el perdón.
b) De la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos 8, 26-27.
El Apóstol San Pablo recuerda a los conversos romanos que el Espíritu Santo, recibido en el bautismo, nos ayuda a orar desde lo más hondo de nuestro corazón: “El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables…”. Hoy también el Espíritu está presente en nosotros, nos conoce, nos protege, nos acompaña. No obstante, a pesar de las dificultades y de las múltiples persecuciones, la fuerza de Dios, del bien sobre el mal, acaba por vencer la dura realidad sin emplear métodos violentos ni violentar la libertad humana.
c) Del Evangelio de San Mateo 13, 24-43.
En el discurso de Jesús sobre el Reino de Dios, se distinguen dos partes: en la primera Jesús propone tres parábolas: la cizaña y el trigo (vv. 24-30); el grano de mostaza (vv. 31-32) y la levadura en la masa (v. 33); y en la segunda parte, la explicación de la parábola de la cizaña y el trigo (vv. 36-43).
Estamos ante una parábola escatológica con la que Jesús pareciera dar respuesta al movimiento fariseo de segregación: solamente los “puros” podían constituir la comunidad de la Alianza. Él, en cambio, se mezclaba con los pecadores y admitía en su compañía a los publicanos, lo que resultaba intolerable en la mentalidad de los escribas y fariseos.
La respuesta de Jesús es que la paciencia de Dios aguarda a que madure la cosecha para hacer la separación del trigo y de la cizaña, en el juicio último
En la explicación de la parábola a los discípulos, advertimos dos partes definidas: Primera: explicación alegórica de las siete palabras más importantes del relato, lo que constituye un pequeño léxico de términos alegóricos, el “quien-es-quién” en la parábola. “El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del Reino; la cizaña son los partidarios del maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles” (vv. 37-39). La segunda parte de la explicación opone el destino divergente de la cizaña y del trigo, es decir, de los pecadores y los justos, en el juicio final que se describe con la clásica terminología apocalíptica: horno encendido, llanto y rechinar de dientes. A la paciencia de Dios debe responder la tolerancia del hombre y no la intransigencia, el fanatismo o el celo excesivo que representan los criados del amo.
Del Evangelio se desprende una lección de comprensión y tolerancia para todos. Las tres parábolas, de contraste, del Evangelio de este domingo, muestran el crecimiento incontenible del Reino de Dios a partir de comienzos muy modestos. Sin que sepamos cómo, la semilla del Reino germina y fructifica dondequiera que un corazón humano responde a Dios. Él es quien da el crecimiento y espera pacientemente la cosecha.
Fuente: Luis Alonso Schökel: La Biblia de Nuestro Pueblo.
B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra.