MI TURNO
El caso del coronel, un reclamo justo
El caso del coronel de la Policía Nacional, Ramón Antonio Guzmán Peralta, puso nuevamente en evidencia la fragilidad de un sistema institucional que se sostiene sobre una débil seguridad jurídica y un vulnerable Estado de derecho. El gobierno peledeísta jugó lamentable y perniciosamente a esta estratagema, sin percatarse de que la crisis y los acontecimientos que se suscitarían a raíz de las suspendidas elecciones municipales del 16 de febrero pasado, le iban a dejar poca capacidad de maniobra y mostrarían al desnudo un plan poco creíble y muy mal estructurado.
Las prerrogativas constitucionales que garantizan los derechos individuales y el respeto a un debido proceso del oficial falsamente imputado, así como del técnico de Claro, Manuel Antonio Regalado, fueron conscientemente violentadas, en una aparente trama urdida por jefes del gobierno y ejecutada por miembros del Ministerio Público y la Policía Nacional, con la propósito avieso de involucrar en un supuesto sabotaje del certamen electoral al candidato presidencial del PRM, Luis Abinader, para intentar reducir su extensa ventaja y sacar beneficio político a costa del abuso y el ultraje de dos ciudadanos, a quienes no se les podrá restablecer del todo la dignidad pisoteada ni reparar el sufrimiento causado a sus familiares.
Hace un par de semanas, un centenar de personalidades manifestaron a través de un comunicado público su reclamo de que ese caso no se quede sin resolver, triunfando nuevamente la impunidad. Demandaron que se cree un precedente positivo y se aplique el necesario régimen de consecuencias que debe prevalecer en un orden social justo, donde las mejores prácticas de gestión pública, éticas y transparentes sean las que imperen.
Esto solo será posible si amplios sectores de la vida nacional se siguen sumando al llamado que hicieran estos comprometidos ciudadanos, ex-cancilleres, juristas, legisladores y destacados profesionales de distintas esferas, en una legítima exigencia de que se realice una investigación seria, profunda e independiente, que determine los verdaderos responsables y sean llevados ante la justicia.
Solamente así se repondría en parte el agravio a gente inocente, que en el ejercicio digno de su trabajo fue perversamente afectada. Pero sobretodo, se resarciría de alguna manera a una sociedad dominicana que lucha y se esfuerza cada día por lograr consolidar sus instituciones democráticas, y con ello sus libertades y derechos fundamentales.