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OTEANDO

De lobos y ovejas

Los días que vi­vimos, transcu­rren más “líqui­dos” que los que denuncia Bau­man, giran en torno a una sola cosa y a la vez en tor­no a todo, porque nada tie­ne más implicancias que la vida y la muerte. Nada im­porta más a nuestra especie que esa categoría histórica llamada duración, a la hora de considerar nuestra par­ticular existencia y nuestra individual finitud.

Así, estos últimos días, es­tamos todos confluyendo a esta lucha por la sobrevi­vencia, cada cual a su modo y dentro de sus capacidades financieras. Pero de lo peor siempre hay lecciones positi­vas y todas las etapas crucia­les de la historia de los pue­blos terminan definiendo logros importantes para la humanidad.

Salvo las mezquindades y miserias de la política, raya­nas en el egoísmo y la hipó­crita, en el caso de algunos “políticos”, parece que la ex­periencia que estamos vivien­do pone muchas cosas en su lugar: los dominicanos nos damos cuenta de que somos un pueblo innegablemente bueno, con muy desarrolla­do sentido de la solidaridad, nuestros médicos, tan olvi­dados, nuestros militares, bomberos, rescatistas de la Defensa Civil, enfermeras y todo tipo de personal de sa­lud, dan día a día todo de sí para frenar nuestro enemigo común, el coronavirus.

Y a pesar de que siempre nos estamos pasando el dedo índice por el cuello para indi­car que nada sirve, que no te­nemos instituciones, que to­do acabó, descubrimos, en los informes de los concerni­dos en esta lucha, que posee­mos un Estado fuerte, que no es verdad que nuestras ins­tituciones no funcionan ni que la anomia define nues­tro status quo, como prego­nan los “cortesanos de la ma­ledicencia”. Descubrimos que tenemos una prensa activa y desvelada para encontrar la verdad y contarla allí donde se intente esconderla, que te­nemos instituciones verdade­ramente funcionales en ma­teria de política económica (monetaria y financiera en sentido general), un sector salud con vocación para el manejo de crisis, y sobre to­do, un liderazgo político ma­yoritariamente prudente y un gobierno que no conoce la palabra descanso.

Entonces, si tenemos todo eso, concentrémonos en eso, veamos lo positivo y démosle de lado a las voces de la me­diocridad política de algunos “líderes” que, como lobos dis­frazados de ovejas, aparecen ahora a sacar rentabilidad política al dolor y midamos bien quién tiene y quién no tiene vocación para el Estado, ya porque lo ha hecho mal, ya porque no tenga la expe­riencia para gestionarlo.

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