EL BULEVAR DE LA VIDA

Un cenotafio para Rosa

El pasado domingo se conmemoró un año más del nacimiento del padre de la nacionalidad dominicana, Juan Pablo Duarte y, como siempre, llegaron los homenajes, las paradas militares, las remembranzas civiles y muchísimas notas de prensa. Pero olvidamos lo principal, porque perdimos la oportunidad de rendir el mejor homenaje, que el patricio hubiese recibido con la sonrisa de los inmortales, con el aplauso de los fantasmas felices que rondan por la gloria y crean nacionalidades, como otros escriben sentidos poemas de amor a una patria que perdieron, a aquel país que no pudo ser.

En el aniversario del nacimiento del dominicano primero, del más abnegado, visionario, desinteresado y desprendido entre todos los hijos de esta tierra, hemos perdido la oportunidad de que el Juan Pablo Duarte recibiera el sublime homenaje que sería el enterarse, allá en los jardines de su gloria y frente a las luces de su inmortalidad, que su hermana Rosa tiene un cenotafio en el Panteón Nacional.

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