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PASADO Y PRESENTE

El caso Galíndez- Murphy: Una crónica de terror

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Juan Daniel BalcácerSanto Domingo

La desaparición de Gerald Lester Murphy, y la inverosímil historia sobre su muerte como consecuencia de una supuesta riña con el capitán Octavio de la Maza, fueron ingredientes que exacerbaron la opinión pública estadounidense hasta extremos insospechados, ahora cada vez más convencida de que el secuestro y muerte de Jesús de Galíndez había sido obra de sicarios al servicio del dictador Trujillo. A partir del asesinato de Murphy, el FBI entró de lleno en acción y gracias a una exhaustiva investigación se pudo reconstruir, con impresionante precisión y minuciosidad, la forma cómo, paso por paso, se llevó a cabo la llamada “operación Galíndez”. Mientras el FBI, la CIA, el Departamento de Estado, el Departamento de Justicia y el Congreso norteamericano movían los hilos de su investigación para esclarecer los motivos por los que un ciudadano norteamericano había desaparecido en República Dominicana, sin dejar rastro alguno, complicaba todavía más el misterio que rodeaba el referido caso.

En la operación de secuestro participó un comando de espías en el que figuraron una dominicana, de nombre Ana Gloria Viera, y el español Félix Hernández Márquez (El Cojo), entre otros sicarios. En el avión bimotor Beechcraft que transportó a Galíndez desde New York hasta Montecristi, viajaron otras tres personas: Murphy, que pilotó la nave; Miguel Rivera, un médico dominicano, residente en New York, que drogó a Galíndez tras ser introducido en un vehículo y luego tuvo por misión mantenerlo completamente sedado durante la travesía; y Felix W. Bernardino. Ya en Monte Cristi, “el paciente” fue conducido a Dajabón y desde allí transportado a Santo Domingo, a bordo de un avión de la CDA pilotado por Octavio de la Maza y por Ernest Charles Haeger, piloto norteamericano. La investigación del FBI reveló que el gobierno dominicano, en un desenfrenado esfuerzo por borrar todo tipo de indicios que pudieran implicarlo en el “affaire Galindez”, no tuvo contemplaciones para ordenar el asesinato de por lo menos siete personas que, de alguna manera, estuvieron relacionadas con el misterioso caso. Sobrada razón tuvo, pues, un reconocido periodista norteamericano, Edward R. Murrow, cuando el 20 de mayo de 1957, transmitió por la cadena radial de CBS un dramático programa, de una hora de duración, titulado: “El caso Galíndez-Murphy: Una crónica de terror”.

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