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EL CORRER DE LOS DÍAS

La felicidad es cosa de cada uno

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MARCIO VELOZ MAGGIOLOSanto Domingo

Bután es una monarquía setenta y cinco por ciento budista, poseedora de algunas de las creencias búdicas más antiguas, traídas desde La India casi en el momento en que Buda las portara como fundamento espiritual de su nueva visión espiritual.

Bután se encuentra ubicada al norte del territorio donde en épocas simultáneas con el naciente budismo reinaban las creencias hinduistas de variadas concepciones, las cuáles nutrieron el pensamiento llamado tántrico. Allí, en lo alto del Tíbet, donde desde hace siglos monjes varones y hembras, con la cabeza rapada, practican el tantrismo, la felicidad tiene formas personales, y no es un concepto sino una práctica diferenciada, porque cada cuál la concibe a su modo.

En las nevadas zonas altas de Bután, Topes del Himalaya, los monjes de manto color salmón se reúnen para hacer vida común en monasterios, llamados a ofertar formas vitales, entre las cuáles la aceptación de su vida está basada en el karma, experiencia vital basada en las reencarnaciones, ideas que son la base del tantrismo búdico, concepción de antiguas vidas, de un pasado anterior que los sacerdotes recuerdan y explican a sus alumnos, porque aseguran conocer las causas de vidas anteriores, ya que la reencarnación es el paso obligado, largo y tortuoso, que los hombres y mujeres deben seguir para en vidas sucesivas vencer los errores de un ayer, que busca integrar el espíritu a la fusión con la divinidad. Literalmente el ser es una parte de la totalidad universal integrada en el hombre, y como tal posee dentro de si tanto el bien como el mal. Por ello, el tantrismo, provisto de dioses buenos y malos, constituye en esencia el grado de equilibrio que el ser humano utiliza para, tras la meditación y el llamado tantra yoga, alcanzar un lugar dentro del seno de la divinidad.

Pero en Bután, aquello que para nosotros se llama “felicidad” es una actitud personal. Cada uno posee o debe poseer la suya, vivir a la par con ella desde el momento en que cree haberla alcanzado, sin desear la de aquél o aquellos. La felicidad, como concepto tántrico es un sentimiento de conformidad con aquello que, dentro de nuestro karma, nos ha tocado vivir, y nos permite mejorar espiritualmente hoy, para una mejor vida del mañana.

Aquello que llamamos felicidad se acomoda, en casos como los nuestros, en conseguir frutos emocionales al través de posesiones que consideramos fundamentales para, casi siempre, completar nuestros deseos. En la raíz de nuestros deseos de posesión están marcadas las formas futuras de lo que habrá de ser nuestra felicidad, que es siempre variable, y que se agita en búsqueda de otra mejor, más confortable, aunque a veces equivocada.

Para el añejo budismo tántrico, cada quien puede escoger su felicidad, y cada quien “se adapta” a la misma y vive con ella hasta el fin de sus días; pero también esa selección, a veces no conforme con la vida que actualmente poseemos, puede, tras la que viene, prolongarse, si ello coincide con el karma incompleto que hemos vivido, del cuál, el presente es solo un capítulo.

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