EL CORRER DE LOS DÍAS

Lino Palacio: El doctor Merengue en mi corazón

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MARCIO VELOZ MAGGIOLOSanto Domingo

Los muñequitos del pasado son también memoria. Y aunque muchos piensen lo contrario, también forman parte de la cultura; a fin de cuentas sus influencias se esconden y aparecen un día envueltas en el papel de celofán del alma, puesto que aunque nos consideremos adultos, habitan silentes en un rincón del alma, espacio en el que también cantores-poetas, sean Alberto Cortez o Miltinho, esconden las suyas. Por eso son como un regalo que podemos desenvolver muchas veces, sin que el envoltorio pierda su brillo, su agradable nitidez.

Cierro los ojos y veo al “otro” yo del Doctor Merengue saliendo de sí mismo y esgrimiendo, con palabras encerradas en un circulo dedicado a su interlocutor, la voz crítica e hipócrita a la vez, con la que pone el colofón a la conversación interior de si mismo, proyectando la crítica real del mundo que lo rodea, como parlante de su hipocresía con la que se defiende de los falsos orgullos y mentiras sociales de aquellos que se hubiesen sentido ofendidos si expresara su verdadero pensamiento. Personajes representativos de un mundo paralelo, como eran en la plumilla de Lino Palacio, Avivato, Ramona, y Don Fulgencio, fueron recuentos de una sociedad argentina llena de reclamos sociales, que alcanzaron otros horizontes fuera de su ámbito.

Don Fulgencio, era, por ejemplo el anciano con el alma de niño, representación de la inocencia escondida por los efectos de la dictadura, manera de representar la escapada del espíritu hacia un mundo en el que mantenerse en los hechos mínimos e inocentes, pueriles y sin otro compromiso donde primaba un modo de retener la fragancia de los años dóciles. Fulgencio fue el niño, convertido por la dictadura, en un hombre que prefirió mantenerse en la inocencia, obviando los problemas de hoy, y atado a las inocencias de ayer. Un hombre-niño que no entiende otro tiempo que el del pasado limpio de la infancia.

Su autor Lino Palacio fue asesinado, junto a su esposa, por un trio de malandros drogados que penetraron su hogar (con la intención de robar, cuando equivocados pensaron que el matrimonio se encontraba de vacaciones en Mar del Plata, el 14 de septiembre de 1984.

Los personajes de Lino llenaron toda una época, y no solo fueron el modelo psicológico de la mentalidad de ciertos modos de la vida citadina del Buenos Aires porteño, que acertaron con la imagen de una burguesía de sociedades que no eran la suya, y que vencidas por la hipocresía, lucharon también, con decisiones hilarantes, contra la comedia del Estado.

La realidad de los modelos de Palacio fue tan contundente que sus personajes abarcaron numerosos diarios y revistas en ediciones de lengua castellana, y en ocasiones, al través de un lenguaje a veces forma de un habla diferente, se convirtieron en vez de personajes locales en modelos que nos sorprendieron con sus diálogos en un español de las calles de barrio.

Ellos develaron la realidad como formatos de egos, de almas corroídas a veces por los subterfugios de una socialización despótica, de un modelo de pensamiento que iba contra el medio, de una criteriología aguda en la que se revelaban las personalidades ocultas del sentimiento humano a través del despotismo contradictorio.

Por ello los personajes de Lino Palacio tienen para mi un trasfondo casi formativo. Por su pensamiento repleto de hipocresía, de crítica social oculta, mi personaje favorito de Lino, el Doctor Merengue, es el que me revela mejor esa realidad reprochable y a la vez que burlona hipócrita, la que también muchos hemos desarrollado para criticar interiormente lo que hipócritamente no apoyamos, lo que públicamente no nos atrevemos a rechazar.

Los personajes inolvidables coinciden, generalmente, sea en la pluma del gran dibujante, el caricaturista o en la del escritor, con la verdadera realidad encarnada en el personaje ejemplar.

El genio de su autor Lino Palacio nos permitió identificar sus personajes con aquellos que eran comunes a nuestra cotidianidad distante, a nuestro país trujillista y a los que arrodillados frente a la dictadura decían discursos para mantener su empleo, o bien para mendigar la mirada del dictador tratando de atraer su mirada.

Lo mismo se observa en el Avivato del autor.

Muchos de los personajes de Lino Palacio, como los de otros autores de tiras cómicas, escogieron la crítica social, o la plumilla pagada, desarrollando ejemplos, actitudes de aquellos días en los que la dictadura, como pasaba en Argentina, hizo expandir las necesidades de subsistencia dependiendo la tiranía de turno, y tal vez por ello, y por sus efectos psíquicos, la sociedad quedó en la busca de una identidad oculta, protegida en el alma miedosa del momento, expresándose y buscando los ídolos imaginarios en la creación de autores que aterrizaron en el interior de las mismas, y tomaron presencia, también, como invasores psíquicos ocultos, en el corazón mismo de una sociedad atribulada por la falta de un sistema libertario.

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