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Los nervios de Danilo

En días recientes se dictó el fallo del Tribunal Constitucional con relación al recurso de inconstitucionalidad sometido a ese tribunal por un ciudadano que aprecia mucho al presidente Medina, y que solicitó que se le liberara del impedimento constitucional de presentar candidatura a la Presidencia y/o Vicepresidencia de la República. El TC no atendió a la súplica de don Fredermido y no le abrió paso para que el presidente Medina pudiera intentarlo. Si bien, después de tantas opiniones torticeras, de insistente despliegue de mensajes, desesperados los motorizadores y los mecánicos e ingenieros del carro de la Reforma en el taller del Palacio Nacional, al conocer del fallo y que ya no había consecuencias favorables, han entendido que es momento de parar. Estilo Danilo hasta el final. Él es paciente y con nervios muy estables. Sabe que esta decisión alarga la batalla. Que hay que relajarse y bajar la ansiedad como manera de afrontar la situación. Tiene capacidad de resistencia y lo ha probado en par de veces después del descalabro del 2000 y la victoria del 2012 con bastantes puntos menos que el contrincante. Es decir, ha sabido remontar, pero como querer no siempre es poder, y el 2016 no es el 2020, la reelección por vía de la reforma constitucional ya sería una cuestión de resistencia, de extremada paciencia y de buscar los límites. Explorar los márgenes de lo posible y lo imposible. Si en 2016 el verdadero contrapoder que es Leonel asumió la caída, entregó la “sangre del cordero”, aceptó el degüello; él que lo asumió para evitar “matar al PLD”, hoy tiene un discurso muy claro y muy asumido. Ha mandado varios mensajes y ha hecho entender al resto de los aspirantes que no va a aflojar, ni cambiar su marcha -“no hay marcha atrás”, ha proclamado-; y más, cuando las condiciones no son desfavorables porque no hay libelo que altere su ritmo, ha dado un paso adelante mental y de decisión. El expresidente Fernández goza hoy de alta estima y de un poder tan grande hacia el sentimiento de los votantes, que supera, en mi apreciación, al mismo presidente Medina, quien ha visto disminuidas sus posibilidades luego del fallo del Tribunal Constitucional. No hay posibilidad de escape a la legalidad aunque sí controlar el Congreso, pero no haría más que disparar la ira porque nacería contra la opinión muy mayoritaria de la sociedad; además, exhuma la vieja forma de ejercer el poder (lilisismo) en la República: debilitando las instituciones (Congreso) y la institucionalidad (Constitución). Adentrarse en un callejón cada vez más oscuro no es aconsejable. No puede adjurar del equilibrio y la legitimidad; no puede hacer insostenible el orden social y económico que ha venido plasmando desde el 2012; y todavía más: inadvertir el pulso antirreeleccionista que se crea cuando se vuelca el poder del Estado o se aplica la autonomía de la voluntad del que manda para permanecer en el cargo. Si obvia los consejos y las sugerencias, y las advertencias incluida la Robert Copley, estas últimas de giros inesperados sobre la manera de cómo se mueve y titiritea el poder de USA, y confía en su popularidad, en la fuerza del poder y el más inculpatorio, que le importe el desgaje de su partido, entonces vendría lo peor: se agrietaría su dignidad.

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