Peregrinando a campo traviesa

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Manuel P. Maza Miquel S.J.Santo Domingo

Lo que quería Paulo VI

Si Humanae Vitae y el Cisma del Arzobispo Lefebvre envolvieron a Paulo VI en una polvareda, en la Encíclica Ecclesiam Suam (1964), la Carta Apostólica Octogessima Adveniens (1971) y la Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi (1975), Paulo VI comunicó lo que llevaba en su corazón de modo diáfano, preciso y profundo. Él mismo le salió al paso a una impresión errónea que muchos nos formamos de él: “En ocasiones leo que me encuentran indeciso, inquieto, angustiado e inseguro entre influencias contrarias. [Ö] Tal vez soy lento, pero sé lo que quiero. En definitiva, se trata de mi derecho a pensar.” (Paulo VI a Daniel Perezil, obispo auxiliar de Paris, Laboa, 2005, Historia de los Papas, 501).

En la Ecclesiam suam (6 de agosto de 1964) antes de la 3™ sesión del Concilio, Paulo VI estaba agitado por tres pensamientos. primero, “ésta es la hora en que la Iglesia debe profundizar en la conciencia de sí misma, debe meditar sobre el misterio que le es propio, debe explorar, para propia instrucción y edificación, la doctrina que le es bien conocida, óen este último siglo investigada y difundidaó acerca de su propio origen, de su propia naturaleza, de su propia misión, de su propio destino final;”

Segundo: “encontrar no sólo mayor aliento para emprender las debidas reformas, sino también para hallar en vuestra adhesión el consejo y apoyo en tan delicada y difícil empresa, es el ver cuál es el deber presente de la Iglesia en corregir los defectos de los propios miembros y hacerles tender a mayor perfección y cuál es el método mejor para llegar con prudencia a tan gran renovación.” Y tercero: Nuestro tercer pensamientoÖ es el de las relaciones que actualmente debe la Iglesia establecer con el mundo que la rodea y en medio del cual ella vive y trabaja” (No. 3). Paulo VI invitaba a todos los obispos al diálogo entre la Iglesia y el mundo.

En la Carta Apostólica Octogessima Adveniens del 14 de mayo de 1971, Paulo VI conmemoraba el 80∫ aniversario de la Rerum Novarum y alertaba a los que pretendían usar el marxismo como un inocuo método de análisis social: los resultados de los análisis marxistas están distorsionados por “una certeza previa para la acción: la pretensión de descifrar, bajo una forma científica, los resortes de la evolución de la sociedad.” Y este otro aviso: Öes sin duda ilusorio y peligroso olvidar el lazo íntimo que los une radicalmente, el aceptar los elementos del análisis marxista sin reconocer sus relaciones con la ideología, el entrar en la práctica de la lucha de clases y de su interpretación marxista, omitiendo el percibir el tipo de sociedad totalitaria y violenta a la que conduce este proceso.” (Nos 33 y 34). Veterano del mil luchas políticas, Paulo VI reconocía el sano pluralismo: “En las situaciones concretas, y habida cuenta de las solidaridades que cada uno vive, es necesario reconocer una legitima variedad de opciones posibles. Una misma fe cristiana puede conducir a compromisos diferentes (Citando el No. 43 de la Gaudium et Spes) No. 50.

En la Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi del 8 de diciembre de 1975, Paulo VI retomaba tres preguntas enfrentadas por el Sínodo de Obispos de 1974:

“¿Qué eficacia tiene en nuestros días la energía escondida de la Buena Nueva, capaz de sacudir profundamente la conciencia del hombre? ¿Hasta dónde y cómo esta fuerza evangélica puede transformar verdaderamente al hombre de hoy? ¿Con qué métodos hay que proclamar el Evangelio para que su poder sea eficaz?”. Se trataba de esta cuestión fundamental: “¿Es más o menos apta para anunciar el Evangelio y para inserirlo en el corazón del hombre con convicción libertad de espíritu y eficacia?” (No. 4). ¿Quién sucedería a este hombre de Dios de alto vuelo intelectual?

El autor es Profesor Asociado de la PUCMM mmaza@pucmmsti.edu.do

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