SONDEO
El desagravio
Con relación al desagravio aprobado por la OEA en su última asamblea, y a petición del presidente Danilo Medina, por la invasión militar norteamericana sufrida por el país en 1965, no deberíamos aplicar o quedarnos solo la expresión de que “después del palo dado, nadie lo quita”. Porque el daño, en pérdidas de vidas y en la agresión, la soberanía dominicana fue una realidad, ciertamente, pero el hecho de que a estas alturas el organismo internacional se disculpe por la violación y reconozca que la decisión fue un error, es un avance que proyecta lecciones y lecturas positivas de geopolítica en lo inmediato, y a futuro. El que el presidente Medina aprovechara la coyuntura de que el país era anfitrión del evento de la OEA para hacer la solicitud formal de desagravio, y de que fuera aprobado a unanimidad por los estados allí representados, fue un éxito político para el gobernante. Aun cuando en casos como estos es normal el “contacto” con delegados amigos para garantizar su voto, el que fuera a “unanimidad” es entendible, pues de lo contrario, hubiera sido como que al daño provocado en el 65 le sumaran ahora un “desplante” al anfitrión.
Como en la ocasión la OEA lo que sirvió fue de instrumento, lo ideal hubiera sido que la solicitud de disculpa se le hiciera a Estados Unidos y los países que le hicieron el juego enviando tropas a pisar el suelo nuestro para simular que se trataba de una “fuerza interamericana”, no de una decisión unilateral, pero tocar esa “tecla” se podría ver como un elemento un raro, que no contribuiría a abrir la ventana de diálogo que finalmente se abrió con respecto al complejo caso de Venezuela.
Precisamente, el hecho de que tras una confrontación inicial del secretario norteamericano y la Canciller venezolana en la asamblea de la OEA, ambos representantes se dieran la mano y sus respectivos países dejaran abierta la intención de restablecer sus relaciones diplomáticas e intercambiar embajadores, forma parte del éxito derivado del evento, del cual Santo Domingo se reafirmó con creces como “la capital del diálogo”.
¿Quién dice lo contrario?... Un elemento positivo que deja el desagravio ofrecido al país por la invasión militar de 1965, es que al admitirse que fue un error y una violación “que interrumpió el proceso de restablecimiento del orden constitucional”, ahora se espanta o se aleja el fantasma de un atentado contra la soberanía de la tierra de Hugo Chávez... En suma, al reconocer un trapeéis, que torció el curso de la historia nuestra, la OEA retoma su función y, pese al lastre de su secretario Almagro (¿?), fortalece un tanto su imagen, bastante cuestionada. ¡Nunca es tarde!...