FE Y ACONTECER

“¡Dios ha visitado a su pueblo!”

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Cardenal Nicolás De Jesús López RodríguezSanto Domingo

(Domingo Décimo del Tiempo Ordinario, 5 de junio 2016-Ciclo C)

a) Del primer libro de los Reyes 17, 17-24.

Elías fue profeta durante el noveno siglo antes de Jesucristo, en el reino de Israel, en tiempos del rey Acab. Él encarna la fidelidad al Dios de los patriarcas, y es uno de los personajes más célebres del Antiguo Testamento.

Esta lectura narra el evento de cómo Elías restauró la vida del hijo de la viuda de Sarepta, pasaje en el que podemos encontrar algunas coincidencias con la resurrección del hijo de la viuda de Naín por Jesús.

En ambos casos los difuntos son hijos únicos y jóvenes de madres viudas y se concluye el relato con el mismo detalle de Elías y Jesús referido a los muchachos “se lo entregó a su madre”. Jesús es profeta, como Elías, pero aventaja a Elías. Jesús resucita a los muertos con su palabra poderosa; Elías con oraciones y prolijos esfuerzos. Además, después de concluido el portento, la viuda de Sarepta reconoce al profeta Elías como “hombre de Dios”, y la gente de Naín proclama a Jesús como “un gran profeta”.

b) De la Carta del Apóstol San Pablo a los Gálatas 1, 11-19.

En esta carta Pablo escribe a las Iglesias de la región de Galacia, defiende el evangelio o buena noticia de la gracia, les reitera con todo su empeño, que es apóstol sola y únicamente por elección de Dios y de su hijo Jesucristo.

En sus cartas podemos apreciar su coherencia y radicalidad respecto a sus convicciones religiosas. “...han oído hablar de mi anterior conducta en el judaísmo: violentamente perseguía a la Iglesia de Dios intentando destruirla; en el judaísmo superaba a todos los compatriotas de mi generación en mi celo ferviente por las tradiciones de mis antepasados. Pero cuando Dios, quien me apartó desde el vientre materno y me llamó por su mucho amor, quiso revelarme a su hijo para que yo lo anunciara a los paganos...”

Pablo relata lo anterior aludiendo a su conversión en el camino de Damasco. No describe el acontecimiento, pero menciona su historia de conversión para resaltar la llamada a ser apóstol que supuso ese encuentro con Jesús a las puertas de Damasco.

En Pablo, conversión personal y vocación misionera son inseparables, y así, la vocación de Pablo evoca la vocación de Jeremías para el ministerio (Cfr. Jr. 1, 5ss) y del siervo de Yahvé (Is. 50, 4), en el Segundo Isaías, que son justamente los únicos profetas de Israel que fueron a predicar a los paganos.

c) Del Evangelio de San Lucas 7, 11-17.

Cada domingo es una conmemoración de la resurrección de Cristo, y este Evangelio nos habla precisamente de la resurrección de la muerte. Naín es una pequeña ciudad en los confines meridionales de Galilea. Existe aún con el nombre de Nein y cuenta con cerca de doscientos habitantes. Para llegar a ella desde donde anteriormente se encontraba, Jesús debió caminar durante ocho o nueve horas. También esto tiene su importancia; nos recuerda que el Evangelio no es un relato “vivido en el aire o inventado”, tiene todos los signos de una verdadera historia, que se desarrolla en un tiempo y en un espacio bien exacto, de cosas vistas y oídas por “testigos oculares” (Cfr. 2 Pedro 1, 16).

La escena pone de relieve el corazón de Jesús, lleno de compasión, ante el dolor de la pobre mujer viuda que va a enterrar a su hijo único. El marido y el hijo habían muerto prematuramente, y la muerte prematura era considerada como castigo por el pecado. El hijo facilitaba la vida a la madre. En él tenía protección legal, sustento, consuelo. La magnitud de la desgracia halla misericordia en la gran multitud de la ciudad que la acompañaba. Podían consolarla, pero nadie podía socorrerla: “al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: no lloresÖ Y dirigiéndose al difunto, le dijo: ¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate! El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre”. La multitud, asombrada por el milagro hecho por Jesús, exclama: “Todos sobrecogidos, daban gloria a Dios diciendo: Un gran profeta ha surgido entre nosotros, Dios ha visitado a su pueblo”. Es la frase clave para la interpretación teológica del texto.

El milagro operado por Jesús es signo mesiánico del Reino de Dios inaugurado y presente en su persona. Un mensaje de vida y resurrección. Todo lo que hemos dicho nos habla del sentido liberador que tiene la fe en Cristo y su evangelio en nuestros corazones, en nuestros labios y en nuestra conducta.

La vida es el don supremo que de Dios recibimos, y Él es su autor y su dueño, de ahí el carácter sagrado de la misma. Él es el que a través de su hijo y el Espíritu Santo restaura y nos sustenta. Cuidar la vida y elevar su nivel humano es tarea confiada por Dios al hombre y al creyente. Pero la calidad de vida radica no sólo en el nivel económico de producción y consumo, sino ante todo en la esfera de las personas y sus relaciones con Dios, viviendo en su amistad, y con los demás, esposos, hijos, padres, hermanos, compañeros de trabajo, vecinos y conciudadanos.

Fuente: Luis Alfonso Schˆkel: La Biblia de Nuestro Pueblo. B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra. Raniero Cantalamessa: Echad las Redes.

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