VIVENCIAS

Lo que molesta

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Juan Francisco Puello HerreraSanto Domingo

Cuando una persona decide seriamente encausar su vida correctamente y con valores morales, debe prepararse mentalmente para recibir ataques que podrían hacerle perder la paz espiritual. El primero de esos ataques frontales es el del envidioso, pues la envidia es carcoma de las virtudes que siempre está al acecho de su víctima y no se cansa en su afán de querer lo del otro aunque sea a costa de causarle algún mal la envidia es “una tristeza por el bien ajeno”.

Esto se complica cuando el que renuncia a los placeres temporales que se viven expone con gallardía y coherencia sus valores, y principios morales. Molesta a los ojos de individuos que no han crecido ni madurado espiritualmente, que alguien sea fiel a su cónyuge, que no sea propenso al juego, al alcohol, al despilfarro y a los vicios. Que mantiene una coherencia entre lo que predica y hace, que no acepta actos de corrupción incluyendo el de su propia persona, que no ha sucumbido a los encantos del poder en sus distintas vertientes y oportunidades.

Lo extraño en esta situación que se presenta en sus más variados matices, es que el molestoso en el fondo quiere emular al molestado, pero no puede debido a su falta de voluntad y escaso espíritu de sacrificio. Hay que renunciar a muchas cosas para alcanzar una sintonía entre cuerpo y alma. Y esto sólo se consigue teniendo al Señor de señores como guía de todos los pasos que demos en esta vida temporal y que no tiene sentido sin él. Advierte el Papa Francisco sobre la tentación de la envidia porque “estamos en el mismo barco y vamos hacia el mismo puerto, nos exhorta a pedir la gracia de alegrarnos de los frutos ajenos, que son de todos”.

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