Miguel me hizo feliz

No recuerdo haber experimentado tal sensación de esperanzador positivismo, como el que sentí la noche del lunes pasado cuando vi por televisión hablar al Sr. Miguel Vargas, presidente del “glorioso” Partido Revolucionario Dominicano. En la medida que describía los doce puntos del acuerdo que sirvió de base para la negociación de adhesión a Danilo Medina, como apoyo a sus pretensiones de continuidad en el poder, (suponemos que el Comité Político del PLD aprobó esto), me llenaba de asombro, porque desde el 1844 a la fecha, aquí no se ha podido lograr ni una quinta parte de todo lo que acordaron realizar esos dos grandes líderes nacionales, para fortuna nuestra hoy unidos en un propósito común a favor de la nación. Cinco mil viviendas nuevas en la Capital, mil en Santiago y, en promedio, seiscientas por capital de provincia, significa que, gracias a ese histórico acuerdo, ¡se construirán 23,400 viviendas nuevas! Además, se acabarán los apagones; se modernizará el tránsito terrestre; habrá una ley que obligará a un incremento porcentual anual de una parte del PIB dedicada a darnos un sistema de salud de calidad; El sistema 911 llegará a todos los rincones nacionales; Lograremos los ansiados diez millones de turistas anualmente (atención Juan Lladó: magnífica oportunidad para que presentes tus proyectos).

Cuando llegó al punto relativo a la construcción del tren que saldrá de Haina y llegará a Puerto Plata, salté de la silla, porque me imaginé igual que en los viejos tiempos del ferrocarril Sánchez-La Vega, cuando viajábamos adormecidos por el triquitraque del sonido de las ruedas de hierro sobre los rieles. ¡Quizás este pase cerca de Pimentel!, me dije.

Creo que, el abandonar sus aspiraciones de poder, en aras de hacer realidad esa Agenda Nacional que antes parecía inalcanzable, pero ahora, con la recurrencia de tres hombres como Miguel, Leonel y Danilo (falta Quique), luce factible, Miguel se coloca entre los que tienen reservado un honroso lugar en el Panteón Nacional.