UN MOMENTO
Ricos y riquezas (XVIII)
Volvamos de nuevo la mirada al libro de Job, del que hemos hablado varias veces. De Job, el rico, el que tenía ese bien de riquezas, que lo perdió en un momento dado de su existencia, y que lo volvió a adquirir de manera honesta, como eran sus primeras riquezas, y allí él reflexiona a partir de su propia experiencia, de lo que él ha visto, de ricos que se acuestan por última vez y que viven en su vida llenos de miedo y de terror, porque temen perder las riquezas que han acumulado. Ese miedo a la reflexión de que aquél que tiene las riquezas, que puede dejar todo de un momento a otro de la noche a la mañana, es la reflexión sobre la muerte y la vida, es la reflexión sobre ese bien llamado riqueza, necesario para los seres humanos, para los que nos podemos apegar de tal manera que nosotros creamos que ya ese es nuestro cielo, que es lo definitivo, que ya lo hemos adquirido todo. Se nos recuerda que ese bien de las riquezas tiene una limitación, tiene la limitación de la existencia misma, de la muerte misma, y por eso siempre se nos invita, como hacía Job, a pensar en que las riquezas no solamente se pueden perder, sino que también pueden desaparecer de nuestras manos, porque cuando nos llega la hora de partir de este mundo, las riquezas quedan, y ellas no nos darán más vida, nos recordarán problemas, nos podrán dar un poco de salud, pero a la corta o a la larga las riquezas no compran ni la eternidad de la vida, ni la salvación eterna. Por eso, el bien de las riquezas, como decía Jesús, hay que utilizarlo para que nos pueda servir, para que los pobres nos reciban en las moradas eternas. Hasta mañana, si Dios, usted y yo lo queremos.