¡Omega al poder!

Como ya nada me extraña, no recibí impacto alguno cuando vi la noticia de que al contumaz Omega, no solo le habían otorgado la libertad en un tribunal de Santiago, sino que, además, archivaron definitivamente el expediente donde se le acusó de hacer disparos en una concurrida plaza comercial, hiriendo a varios. Menos habría de asombrarme al ver que, a la salida de la cárcel, era esperado por nutrido grupo de admiradores, incapaces de detenerse a analizar los consuetudinarios errores cometidos por su ídolo, con el fin de reposicionar esa apasionada fascinación. No importa el pecado o delito que genere el ídolo, será amado por ese tropel perteneciente a una clase identificada con el mismo nivel donde se ubica el “artista” que cautiva multitudes. Como epílogo que categoriza el surrealismo que vivimos, la noticia concluye informando que el liberado presidiario manifestó a la salida el deseo de aspirar a conquistar un cargo político en las elecciones del año 2016. Parecería un chiste, pero luego de analizar nuestra realidad, nuestro entorno, y las características de buena parte de las “personalidades” que rigen los destinos gubernamentales, congresuales y municipales, se puede concluir en la factibilidad de que Omega pueda llegar a convertirse en “magnífico” senador, o un “ejemplar y honorable” diputado, o un “extraordinario” alcalde. Quizás a regidor no quiera postularse, porque en ese cargo el boroneo no es muy atractivo para una estrella de la cultura, del saber y del civismo como él. Como senador o diputado, tal vez no disfrutaríamos de su frecuente asistencia a las sesiones, pero no importa, porque ya existen precedentes pertenecientes a su claque profesional. A lo mejor el ejemplar artista posee cualidades que no hemos visto y pueda darle sentido de factibilidad al proyecto de la Ley de Música que creó el diputado Manuel Jiménez, o, gracias a su experiencia, aportar para reformar la de Violencia de Género. Además, con mambo, la “charlatanería políticamente correcta” pasaría más suave.