Tiempo para el alma

“Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”. Lc. 1: 38. Cuando pensamos en la Virgen María, solemos relacionarla con la pureza, el amor materno y el sufrimiento indescriptible de la expectación ante la cruz. María es, sin embargo, mucho más; un mucho más que nos sirve de modelo no solo a las mujeres, también a los hombres, un mucho más que podemos reducir a dos palabras: obediencia y servicio. “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”. Imaginen nada más en su época tener la valentía de esta aceptación sobreponiéndola al miedo ante una sociedad que no comprendería su embarazo “por obra y gracia del Espíritu Santo”. Pero María fue obediente; aceptó y proclamó su adhesión a la decisión de Dios sobre su vida. La dimensión del servicio queda igualmente manifiesta cuando, embarazada, no se queda encerrada cuidando de sí misma, sino que se va a asistir a su prima Isabel, también embarazada. Se va a servir, y vivió sirviendo de apoyo a su hijo Jesús, en su misión salvífica. Obediencia y servicio, dos grandes lecciones de María.

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