Campañas electorales
La política está cambiando (5/5) Quienes sostenemos este punto de vista, somos señalados con frecuencia como ingenuos, novicios o injustificablemente optimistas. Se nos categoriza de esa manera, apelando al contundente argumento de que “las cosas siempre han sido así, y seguirán siendo así”. Pero, quienes vindican este punto de vista, no hacen el ensayo de cuestionarse el por qué de lo que dicen, o no procuran entender el meollo de esa realidad que postulan con tanto convencimiento. Dicen que la política --en referencia al ámbito electoral-- es esencialmente clientelar y que esto no cambiará; que el dinero se impone, y que solo salen a camino quienes tengan cuentas multimillonarias que respalden el esfuerzo electoral; y que nada más aquellos con el poder de la dádiva y la canonjía tienen espacio en la competencia electoral. Pero se equivocan. Si bien es cierto que aún vivimos bajo la sombra de algunas de estas realidades, el panorama va cambiando, y vertiginosamente. La política solo puede ser clientelar donde hayan las condiciones socioeconómicas que la propicien. En términos más llanos, solo puede calar la dádiva o la prebenda, allá donde exista la necesidad; y solo se puede comprar el voto que las precariedades y la falta de valores conminen a vender. Entonces, siendo estas realidades del sistema político-electoral dominicano, ¿en qué basamos la aseveración de que la política está cambiando? En tres razones fundamentales: una económica, una social y una legal. La económica está sustentada en un fenómeno incontrovertible: la expansión de la clase media. En las últimas décadas, la clase media en la República Dominicana se ha más que duplicado; ¿Cómo incide esto en el ámbito electoral de la política? La clase media no vende su voto, ni necesita dádivas para garantizar su supervivencia; lo que demanda, con intensidad proporcional a su capacidad de hacer ruido, es que los servicios y las políticas de Estado que ellos sufragan desproporcionadamente con sus impuestos, sean eficientes, y por lo menos les evite una especia de doble tributación que ocurre muy a menudo en países como el nuestro, donde pagamos por servicios estatales (como la educación) que no consumimos por considerarlos deficientes, teniendo entonces que pagar una opción privada. A estos, no se les apacigua con “funditas”, y son menos susceptibles a la demagogia electoral. Incluso, no son afines a los métodos electorales que aún predominan en nuestra sociedad. ¿Es creíble este aserto? Solo hace falta comparar una demarcación electoral como la circunscripción 1 del Distrito Nacional, donde se agrupa la mayor parte de nuestra clase media, con la Circunscripción 3 del mismo Distrito, donde residen poblaciones con menos recursos y capacidades, y apreciar las diferencias en las campañas electorales en una y en otra. ¿Qué podríamos esperar entonces, si en los próximos 20 años la clase media llegase a representar el 50% del electorado nacional?. La social, tiene que ver con la revolución comunicacional que ha significado la masificación de la información y el acceso prácticamente irrestricto a los espacios de opinión. Este fenómeno, impulsado principalmente por la democratización del internet y el surgimiento de los foros digitales, ha transformado el modelo, de uno vertical donde hablaban los lideres y los demás escuchaban, a uno horizontal, donde pocos quieren escuchar, pero todos tienen que ser escuchados. Esto, combinado con el acceso a la información, va generando ciudadanos más críticos, más sospechosos de sus autoridades, menos dóciles, y por vía de consecuencia, menos tolerantes a los excesos de una clase política que día tras día aprehende que en este siglo XXI la política se hace apegado a la trasparencia y la rendición de cuentas. ¿Cómo incide esto en el ámbito electoral de la política? Con ciudadanos más informados y exigentes, habrá menos tolerancia a algunos excesos en campaña que son incompatibles con la esencia de la política, e injustificables de cara a lo racional, en una sociedad que aún sobrevive con muchas precariedades. De ahí que en lo adelante, las campañas tendrán cada vez menos licencia al boato, y será la frugalidad y el ingenio que maximizarán el aforismo que establece que en estos tiempos, menos es mas. La legal, la representa la Ley de Partidos Políticos, la que se supone nos dotará de un marco regulador que se ajuste a las expectativas y realidades de un país como el nuestro, donde las condiciones que aplican a todos, tendrán también que aplicar a la vida partidaria-electoral. Las tres, aunadas, representan la base sobre la cual se empezará a construir una nueva cultura político-electoral en la República Dominicana. Dicha transmutación inició, pero los pininos aún son pocos como para vaticinar con elocuencia, que ya andamos por camino nuevo. Pero pronto lo veremos, y de ahí que concluya esta serie de cinco acerca de las campañas electorales reconociendo el esfuerzo que desde la Academia para la Profesionalización de la Política se pretende realizar para brindar, a todo aquel que le interese, las herramientas necesarias para aprender a diseñar y ejecutar las campañas electorales en este nuevo marco cultural que se impondrá. Quien suscribe, como miembro de la misma, siente mucho entusiasmo e ilusión al entender que esta institución ya emprendió el camino que, según Schopenhauer, aguarda a toda verdad : primero será ridiculizada; segundo, enfrentará una fuerte oposición; y finalmente, será aceptada como evidente, y en nuestro caso, como necesaria. El autor es miembro de la APP