TIEMPO PARA EL ALMA

“Y nos mandó que predicásemos al pueblo, y testificásemos que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos”.Hch. 10: 42.

Los testigos presenciales de la existencia y los milagros de Jesús no fueron los únicos en predicar su mensaje y mucho menos los únicos beneficiados de su sacrificio salvífico y de sus bendiciones. Como tampoco fueron los únicos, aquellos hombres y primeras comunidades cristianas en dejar por escrito el mensaje de salvación.

La sangre de Jesús nos cubrió a todos y todas; Él pagó en la cruz los pecados de la humanidad y nos sigue bendiciendo y dando vida.

¿Quién dijo entonces que las y los cristianos debemos quedarnos en silencio? ¿Por qué no compartir para bendición del resto, lo que en nuestro tiempo hemos visto, oído y vivido? Las críticas no deben frenarnos. Ni siquiera las burlas. De poco nos sirve encerrarnos en una concha espiritual en vez de hablar de Jesús a través de nuestras obras y de la palabra misma.

Tags relacionados