Ética, economía y política

Después de la avalancha neoliberal, de capitalismo salvaje o de casino y del éxito del pensamiento de matriz conservadora, tal parece que arribamos, en el llamado pensamiento progresista, a una suerte de “socialdemocracia sorpresiva”, “socialdemocracia débil” o “keynesianismo redivivo” como orientación teórica dominante en la búsqueda de un horizonte posible, de algún mapa de ruta que permita, en esta aparente desorientación generalizada, orientar el viaje de los diversos países hacia alguna parte, hacia a “algún mundo posible” en el que se pueda responder a las grandes demandas sociales de igualdad y bienestar para todos y todas como concreción del reconocimiento de derechos inalienables de seres humanos afirmados como racionales e iguales en dignidad. La frase, “tanto mercado como sea posible y tanto Estado como sea necesario” expresa justamente esta visión a la que los recientes procesos históricos nos han conducido. La misma parece afirmar una suerte de camino medio entre Estado y mercado que pone de manifiesto una especie de síntesis histórica ¿momentánea?, alcanzada después de un largo proceso en el que ambos entes afirmados como absolutos evidenciaron sus limitaciones para avanzar en la solución o mejoramiento de los problemas fundamentales de las sociedades, tanto en los países ricos como en los pobres. Ahora bien, el “como sea posible” referido al mercado y “como sea necesario” referido al Estado sugiere, además de cuestiones “técnicas”, la existencia de límites que se sitúan más allá y por encima del Mercado y el Estado. Con ello se estarían expresando “finalidades” desde las cuales se juzga el desarrollo conveniente, el ordenamiento aceptable de uno y otro factor. Igualdad, Justicia y libertad son de las grandes finalidades que parecen orientar, desde siempre, la búsqueda humana de un orden social que permita su garantía y su cultivo, asumiendo que al hacerlo se concretan derechos humanos fundamentales que reivindican su dignidad, y que una afirmación unilateral del Mercado o el Estado imposibilitan. Estamos entonces en el campo de la Etica. El ordenamiento económico de una sociedad será valioso en la medida en que se oriente a permitir la realización de aquellas finalidades humanas, (Cfr., Sen, Rawls) En América Latina y el Caribe, según la CEPAL, si bien el crecimiento económico de los países de la región ha producido un importante ampliación de las capas medias, ha traído aparejado en muchos de nuestros países el incremento de la pobreza y, sobre todo, de la desigualdad para las grandes mayorías, y la concentración de la riqueza en manos de exiguas minorías. Es decir, ha sido un desarrollo alejado de las finalidades antes indicadas. Pikety (2013), ha documentado convincentemente el hecho de que con respecto a la desigualdad, lo propio ha ocurrido también en los llamados países ricos. El problema parece expresarse, al decir de P. Bourdie, en una suerte de esquizofrenia de los gobiernos, que manejan la economía con la mano derecha y las políticas sociales con la mano izquierda, sin lograr una reconciliación entre ambas manos que permita un ejercicio gubernamental que pueda orientar coherentemente a los Estados hacia soluciones cercanas al horizonte ético indicado y a los deseos y los sueños de los ciudadanos y ciudadanas. Asistimos así, en opinión de algunos, a una suerte de asunción en la economía de un recetario mercado-céntrico, aunque matizado, mientras que continuamos intentando políticas públicas curativas orientadas a la superación de la pobreza. En opinión de Mangabeira (2011) haría falta reinventar y democratizar el mercado via “Öinnovaciones institucionales que amplíen de manera radical el acceso al crédito, a la tecnología y a la experiencia; que ayuden a identificar, desarrollar y difundir los experimentos locales productos y las innovaciones tecnológicas que han demostrado ser más exitosas.”

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