Tiempo para el alma
“No añadas nada a sus palabras, porque te replicará y quedarás por mentiroso”. Prov. 30:6. Predicar no es tarea fácil. Llevar la Palabra de Dios a otros es un asunto que amerita de mucho cuidado. Este mismo ejercicio que tenemos la bendición de realizar diariamente, por ejemplo, lo es; igualmente lo es cuando cualquiera de nosotros, ustedes y yo, tratamos de evangelizar a los que nos quedan próximo. ¿Dónde estriba tanto comedimiento? En la tentación de hacer de nuestra propia opinión un enunciado divino, bíblico o como decimos popularmente, “santa palabra”. Al hablar de temas de fe, debemos hacerlo a la luz de las enseñanzas de la Biblia. Jesús nos mostró cómo evangelizar, a través del legado que dejó a sus discípulos y que está plasmado en el Nuevo Testamento. Las cartas de Pablo son una magnífica muestra de cómo podemos transmitir el mensaje cristiano, incluso nos da indicaciones de elementos agregados que también “hablan” por sí mismos, como actitudes y detalles a tomar en cuenta. Lo más importante, mis queridos lectores, es no inventar, no intentar ser sabios en nuestra propia opinión o tener posiciones acomodadas que distorsionen el mensaje y confundan a los nuevos creyentes.