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Notas para unas posibles memorias
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Al momento de escribir esta columna, reflexiono acerca de mi condición de animador sociocultural y poeta, constatando que se mantiene igual mi pasión desde el mismo momento en que me eligieron presidente de la Sociedad Cultural La Unidad en enero de 1965. Tengo sobre mi escritorio un ensayo de Hillary Putnam, quien en un encuentro de filósofos de Oriente y Occidente, se preguntaba si la ética debe ser universalista o debería tener sus raíces en las formas de vida de cada cultura o tradición. Y es que resultan de una tensión extraordinaria, las dimensiones en que el mundo se empequeñece, y las particularidades parecen perder sus bordes ante un universalismo que pretende poner en un solo trazo todos los colores del arco iris. Tanta riqueza dentro de un espacio de diversidad, cuestionan si debemos respetar por ejemplo, la ablación, como una especificidad cultural de algunos países africanos o la examinamos con el prisma de crueldad que supone para las mujeres esta práctica milenaria. Nací en Villa Duarte; a los tres meses mis padres se trasladaron a un inmenso bosque con estrechas calles llamado “La Cruz de Mendoza”. Siendo ya un adolescente un grupo de jóvenes, inquietos por explicarse el origen del mundo, se encontraron con un señor que se identificó como filosofo y salieron a buscarme, convencidos de que recrearíamos un debate al estilo del areópago griego. Apenas conocía los libros de José Ingenieros y me iniciaba con el Anti-Dühring de Federico Engels, una que otra lectura de diversos autores y las conferencias de Juan Bosch en Tribuna Democrática. En este sector muy pocos estudiaban, era una zona rural donde la gente vivía de cultivos para el auto consumo y el excedente lo vendían centenares de mujeres en una peregrinación de kilómetros desde Mandinga y zonas aledañas hasta el mercado. Cargadas de flores parecían un jardín flotante a través de las calles polvorientas. Ese recuerdo imborrable para mí, traté de plasmarlo en un poema dedicado a mi tío José Miguel Fortunato y a mi primo Rodolfo Aquino, que expresa en una de sus estrofas lo siguiente: Evoco con mi tío Guala/ Esta nostalgia/ Mientras surgen entre sueños/ Multitudes que caminan/ Como danza ritual sobre las calles. / Las mendoceras comienzan/ Con su trotar el día/ Sus sonrisas y sudores/ Llenan de emoción nuestras mañanas.