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ORLANDO DICE...

La lección del PRSC

LOS REFORMISTAS.- Las soluciones a un conflicto político son infinitas, solo que la irracionalidad de las partes las hace imposibles. Los reformistas hace mucho que pelean por nada, y se pensaba que el pasado domingo entre todos se darían el tiro de gracia. Sin embargo, en menos de cuarenta y cinco minutos resolvieron la coyuntura. La intimidad de las últimas horas nadie la conoce, y si hasta el momento no se sabe qué produjo el “milagro”, o cuál fue la clave del “entendimiento”, se debe a que no hay mucho que contar. Como nunca antes, todos los sectores se declararon ganadores, y el discurrir de la asamblea fue tan genial que uno de los conductores proclamó que “todos los padrones” son buenos. Y si lo fueron el 8 de diciembre, deberán serlo el 26 de enero, cuando se renueve la dirección. Ahora era aprobar los estatutos, y al parecer ninguno de los grupos se procuró gabela. ¿Qué hubo que amarrar los asientos? Bien. Las precauciones nunca sobran, y los Bogaert ñLuis y Miguelñ extremaron la seguridad, al parecer conociendo los fervores, pero sobre todos los ímpetus de dos o tres compatriotas... ANTECEDENTES.- Aunque esa acción pudo haber respondido a otra suerte. Se recuerda que una vez y en un acto de mujeres a las sillas les dio con moverse, como si estuvieran nerviosas, y se atribuyó el misterio a la presencia de Joaquín Balaguer. El mismo Balaguer que en calidad de espíritu burlón había volado en forma de viento inesperado las hojas del discurso que pronunciaba delante de su tumba Amable Aristy Castro. O que en un mitin del PRD en la zona oriental tumbó la tarima en el momento que hablaba Víctor Gómez Bergés, quien entonces no era miembro del Tribunal Constitucional. Como con Balaguer no se sabe, y hay quienes no descartan su resurrección, lo mejor era prevenir y no tener que remediar. Incluso, no se usó soga ni cadena, que eran los materiales habituales, y que con Houdini nunca pudieron, sino nylon. Como si se tratara de un desafío... LOS JEFES.- El truco, y es lo que importa, dio resultado. Nadie levantó la voz, ni se oyó insulto, y fue interesante la experiencia. Incluso, pareció que en vez de los perredeístas, fueron los reformistas que rememoraron la grandeza de Nelson Mandela. Después de todo fue servir y comer. Ampliaron los organismos de dirección, y son tales sus dimensiones ahora, que caben todos, y a partir de la nueva configuración de los mandos, el más humilde de los reformistas será un jefe. Y si todos son capitanes ¿qué importa que no haya tropas? Mientras menos reuniones, más pausas y condiciones de armonía, porque si cada grupo controla sus “indignados” y no se producen las consabidas descalificaciones, el barco tal vez no llegue a puerto seguro, pero por lo menos navega. Y con eso es suficiente, hasta que lleguen las tormentas. Si los dos o tres verdaderos dirigentes gobiernan el partido, sin amagarse y mucho menos darse, los demás reinan mansamente sin ocasionar problemas. Ahora se pudo, y nadie dice que no mañana. Como me dijo un reformista, de antes y de ahora: “No es lo mismo llamar al diablo que verlo llegar...”. LAS LESIONES.- No obstante, hay que decir que los reformistas no se pertenecen desde hace un tiempo, y que lo mejor es verlos como esos peloteros que se lesionan y son sometidos día a día a observación, para decidir su retorno a juego. No lo dicen, ni lo admiten, pero nadie de fuera se llama a engaño. Las lesiones son permanentes, y por muchas operaciones e injertos de células, esos brazos, o esas piernas, e incluso esos reflejos, no volverán a la situación anterior. Los reformistas saben que deben afanarse en reponer sus antiguas fuerzas, y actos como el del pasado domingo apuntan en esa dirección. Pero conocen también la vía del menor esfuerzo, y ninguno descarta sus viejas y malas andanzas, pues si se olvidaran, los interesados se ocuparían de recordárselo. Que no importa su vocación temprana por el camino propio, pues desde ya entran en los cálculos de las opciones con mayores posibilidades. Los coqueteos no se hacen públicos, pero no hay manera de disimularlos...

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