ORLANDO DICE

Las diferencias entre Hipólito y Miguel Vargas

EL COMETIDO.- El 2011 no fue políticamente malo si se observa que los procesos iniciados o realizados durante el período llenaron su cometido. Por ejemplo, las convenciones de los partidos y la escogencia de sus candidatos. No puede negarse el grado de institucionalidad alcanzado, aun cuando hubo resabios y quedan resquemores. El PRD, que es el caso que más suscita y provoca situaciones, celebró su escrutinio y se conoció su ganador en tiempo adecuado, a pesar de los impasses que no logra superar. La historia recoge pasajes más turbulentos y de mayores riesgos. Eso no quiere decir que la consulta fuera perfecta y que el partido blanco se merezca todos los galardones, pero sí reconocer que sus dificultades presentes, igual que las pasadas, son vicios de origen. Bíblicamente podría decirse que “no hay nada nuevo bajo el sol”. Que ese temperamento es suyo y no se lo impuso nadie y que responde a una cultura –por demás– propia. Es una paradoja y pudiera hablarse del síndrome de Bosch, que hace que los perredeístas hagan más propicia la derrota que el triunfo… LA VENGANZA.- Lo que importa es que el PRD tiene candidato y que fue escogido mediante los procedimientos establecidos, con consulta directa a las bases del partido. Que sus credenciales son indudables y que lleva adelante una campaña con potencial – incluso – para ganar. ¿Qué restan problemas? Nadie lo niega. Aunque se hace necesario separar la paja del grano. Las diferencias entre Miguel Vargas e Hipólito Mejía no pueden atribuirse al proceso de elección interna. Se deben a la incapacidad de Mejía de no encontrar verdaderas fórmulas de avenimiento. ¿Qué es difícil bañar un loco? Sí, pero lo bañan. Y Vargas no es tan loco, pues acaba de lograr cuotas ostensibles de poder de parte del gobierno en la elección de los jueces de las altas cortes. Tampoco hay porqué llamarse a engaño. Es la consecuencia natural de una rebeldía inteligentemente administrada. Incluso, por un bando que está sacando de abajo, cuando se suponía que no le quedaba otra alternativa que entregarse. Ahora resulta que El Padrino es un libro de cabecera. Mario Puzo sentenció que “la venganza es un plato que sabe mejor si está frío”… MAYORES.- La elección de los jueces de las altas cortes con el consentimiento y beneficio de uno de los bandos del PRD, da una lectura nueva al distanciamiento entre Miguel Vargas e Hipólito Mejía. Ya no se trata de un simple escarceo o del reconocido derecho al pataleo. La confrontación, aunque silenciosa, apunta a cosas mayores. Vargas y Mejía llegaron a donde no debían. Sus estrategias están contrapuestas y no hay manera de que una avance si no es a costa de la otra. Deben reunirse, pero cuando lo hagan no será para hablar como personas civilizadas, como políticos con intereses que postular y defender. Es tanto el malestar, que ya se les fue a las entrañas. Cuando se vean, y tendrán que verse, será para vomitar el uno sobre el otro. Es la única forma de expurgar sus demonios y mirarse con caras de arrepentimiento. Si quieren, pueden consolarse admitiendo que están empates. O que la venganza por partida doble borra el daño y crea un ambiente de perdón. Con soberbia y arrogancia perderán los dos, pues parece no bastarle como divisa que “quien ríe de último, ríe mejor”… LOS TESTIGOS.- Miguel Vargas ni Hipólito Mejía pueden simular entre sí, y tampoco entre extraños, pues sucede que hay un tercero que es testigo de sus malas acciones. Las de uno contra el otro, y las del otro contra el uno. Y a ninguno les conviene que se conozcan esas intimidades, pues hay más de un Judas y las monedas pasan de treinta. Incluso, debiera aleccionarse a los seguidores de Mejía, pues a veces tocan teclas o señalan músicos que conviene dejar fuera de tarima. También entre los oficialistas hay locos, o por lo menos gente con malas pulgas o que andan con pistolas sin seguro. Si se pierde la prudencia de un lado, no hay que quejarse que la discreción se vaya del otro. Lo mejor, por tanto, es pasar de largo y ni siquiera mirar el panal, pues las avispas, si no las enchinchan, no pican. Es decir, que hay capítulos de la historia política reciente, incluso pasajes de campaña, que no pueden revelarse por ahora. Ni en lo que queda del once ni en lo que falta del doce. Si por agudización de las luchas se impusiera la intemperancia, los mayas serían todo regocijo. Se cumpliría su vaticinio de las finales del mundo…

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