18 de mayo de 1978
Don Antonio Guzmán votó temprano junto a doña Renée. Enseguida se marchó para la capital. Quedé al frente de su residencia de la calle Francia y de la coordinación política, voté muy temprano en el juzgado de paz de Los Pepines. El día 16 de mayo de 1978 transcurrió entre la esperanza y la angustia. Recibí esporádicas denuncias de interferencias militares o civiles a la votación. En cada caso me comuniqué con el General Guarionex Estrella Sadhalá (Guaro) quien se encontraba junto a su amigo Fabio Jorge y siempre se solucionó. El general Estrella, meses antes, por vínculos familiares, me envió un revólver Magnum para mi protección. Las noticias que llegaban presagiaban victoria. Al anochecer crucé brevemente a La Zurza donde vivía, a unos cuatrocientos metros de la casa de don Antonio y regresé en un poderoso Volkswagen rojo que me facilitó Darío Peña, dueño de Colina Motors. En la futura casa presidencial los compañeros entraban y salían: Ambiorix Díaz, Marcos Martínez, Chino Joa, Osvaldo Pichardo, Víctor Méndez, Pedrito Rodríguez, Lalo, entre otros. Desde una de las habitaciones de la casa, me mantenía en contacto telefónico con los principales dirigentes de la región, lógicamente también lo hacía con Sonia Guzmán y José María Hernández en Santo Domingo de Guzmán. Los boletines de la Junta empezaron a fluir confirmando la ventaja del abanderado del “cambio sin violencia”. Algo me motivó a entregar a prima noche al personal doméstico una especie de “diario” que había dejado don Antonio para gastos de comida. Ante denuncias de que se pretendía robar y quemar urnas que favorecían al PRD, conversé nuevamente con el General Estrella, quien nos dio seguridades de que no toleraría semejante acción. El tiempo transcurrió, la casa se llenó de compañeros. Hablé por teléfono con Lorenzo Sánchez Baret, José Amado Camilo Fernández, Rosa Julia de la Cruz, Rafael Lemcke, José Delio Guzmán y otros dirigentes del interior. Una febril protección de las actas de votación se desarrollaba en todo el país, un grupo de profesores universitarios de Santiago, sintonizaba con radios especiales la frecuencia policial y nos mantenían enterados del curso de los acontecimientos. La interrupción abrupta del escrutinio, por la tentativa de golpe militar nos puso en alerta. En la madrugada del 17 recibí llamadas, entre las 3 y 5 de la mañana, una de Salvador Jorge Blanco, y otra de José Rodríguez Soldevilla, “Milton que tú haces ahí, se ha producido un golpe de Estado, debes salir y protegerte, eres un hombre de confianza de don Antonio” fue el contenido común de ambas conversaciones. Me mantuve en mi lugar. Alrededor de las 6:30 de la mañana, llamé a mi amigo de siempre Monseñor Agripino solicitándole protección en el campus de la PUCMM. Inmediatamente, me trasladé a la universidad y me ubicó en la residencia de monseñor Richard Bencosme, al lado de la residencia del Rector. Antes de dormir un poco enteré a Monseñor de nuestra victoria y le transmití un mensaje de Sonia sobre alguna acción que ayudara a impedir el desconocimiento de la voluntad popular. Monseñor Núñez me dijo “Dr. Ray, cuente conmigo tenemos, que salvar nuestra democracia”. Esa determinación aumentó cuando al visitar, como lo hacía a sus padres en El Ensueño, pasó frente a la casa de don Antonio y vio militantes reformistas exhibiendo un ataúd que pretendía enterrar el triunfo del PRD. Monseñor llamó a Víctor Espaillat Mera y le dijo: “Esto no se puede permitir”. La reunión fue en el campus, la tarde del 17, Monseñor me permitió “una serena arenga patriótica” y también la lectura y corrección de un texto que brillaba por su elegante estilo y contenido conceptuoso. Los patriotas del documento que frenó el golpe fueron Roque Adames, obispo de Santiago, monseñor Agripino Núñez, Víctor Espaillat Mera, Arturo Grullon E., Nicolás Vargas, Carlos Bermúdez, Poppy Bermúdez, Frank Joseph Thomen, Luis Noboa y el Dr. Salomón Jorge. “Este mismo pueblo ha visto con estupor y pasmo como se interrumpió el escrutinio en el momento en que se advertía una notoria ventaja de un partido, atropellando los mecanismos institucionales que ha establecido el Estado para garantizar el desarrollo de las elecciones… Pedimos, por tanto, a todos los responsables acatar la voluntad de este pueblo y devolver a la Junta Central Electoral el ejercicio de su libre y plena capacidad de acción”. Producto de un gran valor cívico y el carácter irreductible de Monseñor Núñez y sus compañeros, el documento dirigido a “Nuestros Compatriotas” se publicó el 18 de mayo y desencadenó una ola gigantesca de comunicados similares. El 17 por la tarde viajé a Los Prados a darle la noticia a Sonia y a don Antonio del histórico documento. La respuesta del Dr. Balaguer no se hizo esperar: “Que cesen esos comunicados, quien les habla nunca permanecerá en el poder sin el favor del voto popular”.