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MUCHACHOS CON DON BOSCO

Instruir y educar no es lo mismo

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Juan Linares, SDBSanto Domingo

Hace unos días, una institución me invitaba a participar en una campaña dirigida al mundo empresarial, en la que se estimula a contribuir con la educación. El tema de la educación es y será siempre de primer orden. Educar es una de las tareas fundamentales de toda sociedad. Frecuentemente se habla de la primacía de la educación y se dice que el mayor presupuesto, en una nación, debe ser para el renglón de educación. Nosotros mismos, en Muchachos y Muchachas con Don Bosco, tenemos como uno de nuestros lemas: “Educar es lo primero”. Creo, por tanto, que es sumamente importante enfocar correctamente el tema de la educación, pues de lo contrario se desvirtúan las cosas y no se logra que la educación alcance las metas que le corresponde y produzca los efectos a que está llamada. Lo primero que debemos hacer es dejar bien claro los conceptos de educación y de instrucción. Estos conceptos hemos de distinguirlos muy bien y hemos de separarlos cuidadosamente, pues hemos de desenmascarar la confusión de entender la educación con la misma óptica de la instrucción, como si se trate de lo mismo. Aunque, hemos de afirmar, sin lugar a dudas, su complementariedad. En la instrucción o en la enseñanza siempre hay algo que se transmite de uno que sabe a otro que ignora, desde uno que tiene a otro que no tiene, desde quien da a quien recibe, desde quien enseña a quien aprende. En educación no es lo mismo, pues es el proceso por el que el ser humano alcanza el desarrollo de su personalidad. La educación hace referencia a la persona en su sentido integral y a la sociedad en que vive esa persona. La persona vive, crece, surge, fructifica, y nadie vive a nadie, ni nadie crece a nadie, ni nadie le florece a nadie… Lo mismo en la educación, nadie educa a nadie. No podemos concebir la educación como la manera de modelar a las personas o de infundirles nuestros mejores ideales. P. Freire nos ha dejado bien claro: “Nadie educa a nadie, así como tampoco nadie se educa a sí mismo; los hombres se educan en comunión, mediatizados por el mundo”. Es la realidad vivida la única que de verdad puede ser nuestra educadora. Nos educamos juntos afrontando los desafíos de la vida colectiva. De este modo, cada cual va construyendo, va creciendo como persona al descubrir, confirmar o reelaborar las relaciones implícitas en la realidad que envuelve nuestra existencia. Tal vez a las Secretarías de Educación habría que llamarlas Secretarías de Instrucción porque la verdadera Secretaría de Educación es nuestra sociedad.

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