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ORLANDO DICE

En política a veces hay que conformarse con lo posible

ExperienciaA la reunión en casa de Milagros Ortiz Bosch asistieron, además de Hipólito Mejía, Ramón Alburquerque, Orlando Jorge Mera y Luis Abinader. Miguel Vargas, aunque fue convocado, nunca llegó. Aunque luego se comprometió a ir a la próxima cita, que todavía no se ha producido. Ese encuentro produjo expectativas, pues se pensó en un primer momento que sería entre dos, Mejía y Vargas. Ese fue un lunes de juicio, pues se corrió la voz después de que el ex presidente abandonara la Comisión de Economía e hiciera saber la razón. Los perredeístas se hicieron con todas las frecuencias de Radio Bemba y transmitieron al infinito. Sin embargo, no era para tanto. Ortiz Bosch lo que quiso fue ponerlos ante el espejo de su propia experiencia en el Consejo Nacional de la Magistratura, en donde representó al Senado, pero también a la oposición. Ella entiende que la Constitución de la República es un estatuto demasiado importante para que su partido, el Revolucionario Dominicano, se quede al margen. Pero además, que si participa, no lo haga a lo loco, sino con una estrategia bien definida, de manera que, aunque sea minoría en la Asamblea Revisora, pueda obtener una victoria moral, por lo menos. Los perredeístas no gustan mucho de victoria moral, pues José Francisco Peña Gómez fue en ocasiones un paladín en ese escenario, pero a veces en política hay que conformarse con lo posible. Las condiciones no están dadas para más, y lo que no puede es quedarse fuera como en La Cumbre de las Fuerzas Vivas, pues el país toma nota... La denuncia Cada quien es dueño de sus miedos, y algunos se cuidan comprando “un perro prieto”. Carlos Agramonte anda espantado por estos días, pero en vez de acoger el consejo de comprarse “un perro prieto”, hizo una denuncia de lo que querían matar y se guareció en la UASD, que extrañamente vuelve a ser territorio de amparo, como lo fue de la izquierda perseguida en el período de los doce años de Joaquín Balaguer. ¿Por qué querrían matar a Agramonte? Él mismo no lo sabe, aunque da pistas para que se crea que tiene que ver con la publicación de una novela de su autoría, El Sacerdote Inglés, en que llega a la irreverencia de comparar al padre Christopher Hertley con fray Antón de Montesino. Los motivos de su alarma contienen elementos de Thriller, por lo que pudo haber sido una trama más interesante para su novela. Esa historia de un carro persiguiéndolo por toda la ciudad hubiera sido más apasionante que las “hazañas” del cura extranjero queriendo salvar la humanidad dolida de cortadores de caña perdidos en bateyes de mala muerte. Aunque tiene más de quinientas páginas y buena impresión no supera el panfleto. La narrativa y su lenguaje dejan mucho que desear como literatura con aspiraciones trascendentes, que no es el caso de Salman Rushdie y Los Versos Satánicos, de quien quisiera ser émulo, por ser ambos víctimas de acechanza y acoso de parte de poderes establecidos... De la manoMe llamó la atención desde un principio que sus declaraciones fueran difundidas por una agencia de prensa extranjera, o en publicaciones online, y no en los periódicos nacionales. Ahora le encuentro sentido a su súbita notoriedad y de que lograra una proyección que ya quisieran escritores dominicanos más consagrados. La manipulación hace milagros. Aunque, y es lo más interesante, no fue obra suya, sino de quien asumo como titiritero: el padre Christopher Hertley. Ayer se descorrieron las cortinas y se develó el misterio. El propio “sacerdote inglés” está enviando un documento que califica de “Nota de Prensa”, pero que es un memorial de agravios contra la familia Vicini, propietaria del Ingenio Cristóbal Colón. La fecha es 20 de marzo de 2009. Esto es, ayer. ¿Por qué las denuncias de Agramonte y la “nota de prensa” de Hertley? Porque está a tris de fallo un juicio que se lleva en un tribunal de Estados Unidos contra dicho cura por un documental que tuvo gran difusión en los centros académicos norteamericanos. Aparentemente, como supone que no saldrá ganancioso, quiere adelantarse y ganarse la opinión pública nacional e internacional, satanizando a quienes usó de escalera para subir al cielo de su petulancia.

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