¿La consagración del cabildeo?

Este artículo debió titularse “Economía y post modernidad”, pero hubiese importado a pocos. Lo motiva el texto “Economía política de las reformas: un acercamiento teórico al caso dominicano”, de Julio G. Andújar Scheker, del departamento de Programación Monetaria e Investigación Económica del Banco Central, realizado en enero, 2004, que trae al ruedo uno de nuestros tabúes éticopolíticos al presentarnos un escenario de facto en el que un presidente, un congreso y unos lobbies juegan a aprobar-desaprobar reformas de apertura de mercados. Localmente, el tema no había sido expuesto con ojos tan desprejuiciados. El autor no parte de relatos redentores ni desarrollistas, sustitutivos o “hacia adentro”, u otros vividos por la experiencia regional. Su visión es post moderna. Su objeto: cuantificar las probabilidades de triunfo de las partes involucradas (un congreso y unos lobbies, primero; un congreso y a un presidente, después) en el juego de aprobar o no una reforma del interés de un presidente. ¿Debiera decir “de su gestión”? El autor recurre a tres ramas de la literatura: “la Teoría de la Elección Pública que usa técnicas económicas para analizar asuntos políticos; la Teoría de Políticas Endógenas que explica como se determinan las reformas cuando los agentes tienen un comportamiento racional en el mercado político; y la Teoría de Concursos que presenta a rivales esforzándose por obtener un premio para el cual existe una probabilidad determinada”. “Comportamiento racional” sería el acogido a las reglas del juego “democrático” y del mercado político. Las probabilidades de éxito son manipulables a partir de las definidas por el juego (contribución) del contrario. El texto nos llama poderosamente la atención porque presenta un modelo “híbrido entre los modelos legislativos y de cabildeo”, legitimándolo. El autor nos informa que “Pant (1997) clasifica los modelos de política endógena en tres tipos: modelos de interés público, modelos de interés individual y modelos de mercados políticos”. Para mí, constituirían las premisas de las reforma, su objeto. En el interregno entre la aceptación de los lobbies y su validación como agentes que contribuyen a favor de las decisiones de su interés, aprecio la creación del abismo entre las acciones políticas y el estatuto constitucional imperante, un conflicto. Si desde el punto de vista de la Nueva Economía Política el estudio de este comportamiento que tiene existencia real es un ejercicio “predictivo”, frente a otro conjunto de preceptos, existentes por encima de la economía, ¿estaríamos ante un juego de deslegitimación de las normas del estatuto público? ¿Ante una irracionalidad respecto del otro juego legal? Más si los textos que validan el poder de un presidente y un congreso, atribuyéndoles la discrecionalidad y esencia que el escrito pondera, prohíben que a algún funcionario público lo mueva el “interés individual” aunque, sabiendo de su existencia y desempeño, Pant lo constituya en modelo. Es un paradigma económico y, como tal, ¿tiene que enfocar la preeminencia constitucional sobre el desempeño económico-político público? El desempeño de los actores en ese juego es su objeto, aunque sumerja los preceptos constitucionales modernos en un océano de deslegitimaciones. Citando a Dasgutpa and Nti (1998), define el “juego reducido” de los lobbies como “una interacción social donde dos contendientes (lobbies proreforma y lobbies anti-reforma) realizan esfuerzos (contribuciones) para ganar un premio (la política preferida)”. “Contribuciones” no enumeradas que abarcan una amplia tesitura: visiones, experiencias de otros países, análisis concretos de su probable impacto en la realidad endógena; sectores afectados-beneficiados, impacto sobre el estado de derecho, la economía, el mercado y las rentas públicas, votos que aporta-resta, el saldo mediático y otras… También presenta el caso simple de un presidente interesado en una reforma ante un congreso opositor que la rechazaría de inmediato “al menos que se le motive por otras vías a hacer lo contrario. Esa motivación en el modelo, proviene de las contribuciones de lobbies rivales que tratan de avanzar en la legislatura sus políticas preferidas”. Aquí, el presidente propondría y los lobbys pro y anti reforma entrarían en lucha ante el Congreso a favor de su aprobación-desaprobación mediante esas “contribuciones”. Son unos lobbies aceptados por la Economía como cabilderos, y nos informa su existencia: “Dixit (1987) fue el primero en definir como un concurso las actividades de cabildeo para obtener una licencia o contrato del gobierno” cuya probabilidad de éxito ha sido axiomatizada. Siguiendo la tradición, el autor escoge una forma “logit” para la función probabilística de ganar el premio que es “vista como la relación entre los esfuerzos de un jugador y el total de esfuerzos hechos en el concurso”. “Esfuerzos” son los aportes de los lobbies y cada uno de ellos “escoge el nivel de contribución óptima para tratar de [hacer] avanzar su política preferida”. Aborda cómo los lobbies optimizan su desempeño (ganar más), el equilibrio en su juego, los cambios en los diferenciables de su utilidad, el juego final entre el Presidente y los lobbies, sus ganancias y pérdidas respectivas. Finalmente, concluye: “Mientras los lobbies deciden simultáneamente cuanto contribuir a través de un juego no-cooperativo que precede a la decisión del Presidente, éste se comporta como un líder tipo Stackelberg “vis a vis” (cara a cara a) los lobbies”, incorporando las contribuciones óptimas del juego reducido. Ello me lleva a preguntarme, como ciudadano, por mis lobbies; si me aceptarían “contribuir” con ideales ya que, según el modelo, mis representantes en el congreso sólo por una “contribución” decidirían aprobardesaprobar una reforma. Es, puede verse, un texto instructivo, con las características de lo postmoderno: “a eticidad”, desempeño y pre-visibilidad. Utilísimo para hacer política sin pitañas. Y si acaso se dijera en la democracia se vota para que jueguen los cabilderos; si acaso, que los paradigmas redentores no “contribuyen” ante los capitales, me convenzo cada vez más: ante las deslegitimaciones de la Nueva Economía Política y sus modelos sólo nos queda verificar el compromiso de los gobernantes con sus pueblos.

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