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PANCARTA

La moral militar en un limbo pedregoso

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Raúl Pérez PeñaSanto Domingo

Cualquiera no quisiera llevar en estos días el uniforme militar. No valen desfiles, proclamas ni comunicados. No sorprenderían sonoras declaraciones advirtiendo “una campaña de descrédito bien orquestada”. Tampoco sorprendería que desde la Secretaría de Interior y Policía, o desde cualquier otra dependencia oficial se convoque a la prensa para desempolvar aquello de que “el comunismo ateo y disociador es el enemigo número uno de las Fuerzas Armadas y la Policía”. Una señora se ha quedado a la espera de que, en el caso de que se admita que eso es historia pasada, se diga cuál es el enemigo en la actualidad. Esa señora cree que, en vez del comunismo, se admita que son las drogas, y que el letrero se coloque en pasillos y escaleras de los cuarteles militares y policiales, como en los buenos tiempos de la trama para derrocar a Bosch y del reinado de los “incontrolables” en los doce años de Balaguer. El mismo Balaguer considerado ser el ídolo de Leonel Fernández. Y es Leonel Fernández el autor del anuncio de la purga en las Fuerzas Armadas y la Policía. Muchos ciudadanos pensaron que la purga estaría orientada a una profilaxis, limpieza e higienización de los cuarteles. Pero luce que no ha sido así. Se teme que allí queden muchas pulgas o bichos de mala muerte. Por el contrario, se asegura que se la intención de “la purga” era una “limpieza” discriminatoria. El señalamiento parte de que echaron a las calles a un alto número de militares y policías de sano comportamiento durante años y décadas en las Fuerzas Armadas y la Policía. En las calles y en los propios recintos militares se extiende el cuestionamiento a la sazonada purga, sin ignorarse la gravedad de los hechos cometidos por una larga lista de uniformados de los distintos cuerpos en todos los rangos. La situación es muy delicada porque recrea la expresión entre los que ha despachado para sus casas “no están todos los que son ni son todos los que están”. Igual se dice que al hablarse de moral militar en los cuarteles tampoco “están todos los que son ni son todos los que están”. Es decir, la moral militar está en un pedregoso limbo. Emerge de nuevo la pregunta: ¿se acabaron los tiempos de un coronel Fernández Domínguez?. La respuesta es: su luz aún brilla en los cuarteles.

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