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¿Apátridas o haitianos?

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Vinicio A. Castillo SemánSanto Domingo

El informe del Departamento de Estado de Estados Unidos dado a conocer la semana pasada contiene la supuesta preocupación de ese gran país por la suerte de lo que ellos denominan “más de un millón de apátridas de origen haitiano”, que se encuentran en nuestro territorio sin tener derecho a ninguna documentación legal que le permita el acceso a derechos fundamentales reconocidos en nuestra Constitución y en los pactos internacionales. El Diccionario de la Real Academia Española define el significado de la palabra apátrida de la siguiente manera: “Sin patria. Dícese de la persona que carece de nacionalidad”. ¿Son los hijos de los haitianos ilegales nacidos en nuestro territorio apátridas, por el hecho de que nuestro Estado no les haya dado la ciudadanía como dominicanos? Evidentemente que jamás podría elaborarse una tesis más absurda si se toma en cuenta que no es un secreto para nadie, y mucho menos para los norteamericanos, que conforme a la Constitución de Haití los hijos de haitianos son haitianos, no importa dónde nazcan, en virtud del principio adoptado por ellos del “Jus Sanguinis”. ¿Por qué escudarse en tan noble gesto de dotar de nacionalidad a apátridas para esconder otros propósitos de índole geopolíticos? Porque lo que en el fondo ha perseguido los Estados Unidos y otras potencias es que se le otorgue a mucho más de un millón de haitianos ilegales e hijos de ilegales en el país la ciudadanía dominicana, para impulsar, en los hechos, la fusión entre la República Dominicana y Haití, país declarado desde hace muchos años por la ONU como no viable. El informe de Estados Unidos habla de la falta de documentación de ese millón de haitianos residentes en nuestro país. Y la primera pregunta racional que surge es si en Haití existe registro civil organizado para dotar a todos sus ciudadanos de identidad personal y electoral. ¿Por qué Estados Unidos, que ha gastado tantos miles de millones de dólares para imponer la supuesta “democracia” de Aristide, no organizó el estado civil de esa pobre, pequeña y desdichada nación? Cuán fácil sería para las potencias internacionales que tienen ocupado a Haití con fuerzas militares, organizar un censo real y darle nombres, apellidos, número de cédula, a los haitianos en su propio territorio. Sería una noble tarea de humanidad ayudar a los haitianos en su país, tal y como lo ha prometido, y así esperamos los dominicanos, el presidente Barack Obama. Pero, hasta ahora, no se ha visto nada en ese sentido y lo que se quiere es aprovechar nuestra debilidad institucional y el desorden en nuestro registro civil, para meternos de contrabando, como ciudadanos dominicanos, a un millón más de los cientos de miles de haitianos que han conseguido por la vía fraudulenta de la falsificación su identidad como nacionales de esta patria, durante los últimos veinticinco años. Y mientras Estados Unidos, a través de sus ONG y con la ayuda de los traidores dominicanos que le hacen el juego consciente o inconscientemente, procura la nacionalidad dominicana para los haitianos, la frontera dominicana con Haití sigue con sus puertas abiertas de par en par, sin que exista una decisión firme de parte de las autoridades de controlar a fondo el flujo migratorio ilegal. Siempre le he dicho a mi hermano Pelegrín en el seno de nuestro partido y de nuestra familia que es y deberá seguir siendo nuestro deber abordar con toda energía este crucial tema del problema domínico-haitiano ante la opinión pública, pero que a fin de cuentas es al pueblo dominicano al que le tocará la responsabilidad histórica de darse cuenta y reaccionar ante las maquinaciones internacionales que se urden en su contra y es a ese pueblo al que le toca no olvidarse de las letras de su glorioso himno patrio: “Ningún pueblo ser libre merece si es esclavo, indolente y servil, si en su pecho la llama no crece, que templó el heroismo viril”. Es, pues, a esta sociedad a la que le toca reaccionar, expresarse pacífica y ordenadamente; con firmeza y sin extremismos ni prejuicios. Si no lo hace y permite que su nacionalidad sea falsificada a gran escala, conforme a los planes de las grandes potencias, será ella misma la responsable de su destrucción como nación.

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