Educación y trascendencia
Una educación que produzca ciudadanos esclavos no merece el nombre de educación.
“La pregunta de para qué estamos vivos es la más importante que una persona se puede preguntar. Pero nuestros colegios y universidades han sacado esta pregunta de las aulas considerándola impropia del estudio organizado.” Así se expresaba en el 2007 el profesor Antonio Kronman de la Universidad de Yale en su libro “El final de la educación”. Hoy se reconoce esta realidad sin tapujos. Los padres mandan a sus hijos a los centros educativos con el único propósito de que se preparen para ganar más dinero y así vivir mejor. Estudiamos inglés porque eso deja. Pero el ideario de Duarte no deja. Independencia y AutonomíaLos centros educativos han colgado a su entrada el letrero de Guizot: Háganse ricos. Unicamente que Guizot quería que lo hicieran a costa de trabajo y ahorro, hoy queremos aprender a hacerlo sin trabajar y con despilfarros. Nada más contrario a la verdadera idea de la educación, que es sinónimo de independencia y autonomía. Porque el conocimiento ha tenido siempre un carácter emancipatorio. El pensamiento ha volado siempre con las alas de la libertad. Una educación que produzca ciudadanos esclavos no merece el nombre de educación y a la larga no se ganará más que el desdén de la gente. Ha llegado quizá la hora de que la escuela recobre algo así como su alma perdida. Meta de la educaciónNo se trata de adoctrinar o catequizar a nadie. Se trata de volver a la esencia misma de la pedagogía. No educare de alimentar, ni e-ducere de desarrollar, e-ducere de acompañar en el camino. Acompañar al menor hasta ese profundo hondón interior donde se toman las decisiones humanas es una ciencia, un arte, un privilegio, y también un deber. Donde eso no existe no hay educación. La educación debe servir para ayudar al hombre a ser responsable, a encontrarse con él mismo, a revisar continuamente su rumbo, su misión, porque todo lo que es humano es enseñable y por tanto tarea de la educación (J. Dewey). El hombre educado es el que ha descubierto (o quizás ha creado) el sentido de su vida. La meta de la educación moral, la meta de la educación en general es esta: que el hombre se acerque a conocer la verdad, es decir a conocer su puesto en el universo. Por un camino largo, a través de intuiciones, atisbos, imaginaciones y sueños, fijándose en cualquier señal o indicio, se nos va iluminando el sentido de la vida. Es un camino largo en el que necesitamos ayuda. Y a medida que avanzamos en el camino de la Verdad, tenemos más paz. Y por eso seguimos buscando. Y tenemos mucha más paz. Nunca llegaremos a poseer la verdad. Pero eso no importa, porque el valor está en la búsqueda. Lo único que es inmoral es detener la búsqueda. La aletheia es conocer el sentido de la existencia y concretamente el sentido de mi existencia. ¿Qué hago yo aquí? ¿Cuál es mi misión en este mundo? Por eso un ser moral es, finalmente, el que es capaz de ir descubriendo la misión que tiene sobre la Tierra y tratar de aceptarla. Porque la suprema ciencia es la ciencia de sí mismo. El hombre educado es el que ha aprendido un camino.
(+)FORMAR HOMBRES VS FORMAR CIUDADANOSSEGUIMOS HABLANDO DE educación porque la palabra “educación” pertenece a ese grupo de palabras que gozan de un prestigio especial Aprovechamos su reputación y hasta la pronunciamos con cierta emoción. Pero el destino quiere que la cruda realidad nos recuerde a cada momento que la riqueza es y sigue siendo la raíz de todos los males y el egoísmo es el enemigo de la alegría. En el dilema de Rousseau: escoger entre formar hombres o ciudadanos, porque las dos cosas no pueden ser, hemos elegido formar ciudadanos y no hombres. Y al final nos estamos quedando sin las dos cosas.