De Cerca
¡Yo no soy de esas mujeres que aman demasiado!
Es tan complejo el concepto amor cuando se refiere a las relaciones de pareja, que se hace fácil llegar a la conclusión de que existe una gran diferencia en la forma en que hombres y mujeres reaccionan ante algún episodio.
No hay que ser experto en la conducta humana para saber que muchos de nuestros comportamientos responden a historias aprendidas, cultura y educación. De hecho, los especialistas sostienen que las experiencias infantiles con nuestras figuras de referencia juegan un rol fundamental en cómo nos relacionamos con los demás. De manera que a amarse se aprende desde muy temprana edad.
Es por esta razón, que cuando andaba de novia y escuchaba frases del tipo: “Eres todo en mi vida”, “Sin ti no quiero vivir”, “Yo sin ti no soy nadie”, “Te necesito” se activaba una alarma de autoprotección que me indicaba que debía inmediatamente alejarme de esa persona.
Cualquiera de estas frases podría ser el título de una canción, porque en el ideal mundo romántico, entregarse por completo a otra persona y querer tener controlados todos sus movimientos, se pudiera entender como ‘el verdadero amor’. Sin embargo, no es más que un paso a la autodestrucción, a la codependencia, y que me perdonen los híper románticos.
Un libro interesante
Por recomendación de una íntima amiga llegó a mi librero la obra de Robin Norwood ‘Las mujeres que aman demasiado’. El libro, que ha ayudado a miles de mujeres a tomar decisiones acertadas, plantea estas frases que han dado la vuelta al mundo: “Cuando estar enamorada significa sufrir, cuando la mayoría de nuestras conversaciones son acerca de él, cuando casi todas nuestras frases comienzan con él... cuando la relación perjudica nuestro bienestar emocional e incluso, quizá, nuestra salud e integridad física, estamos amando demasiado…”.
A pesar de conocer decenas de tristes finales, del agotamiento y de la insatisfacción que genera una relación tóxica, amar demasiado es una experiencia común. Y la mayoría de las mujeres en algún momento hemos amado demasiado, pero no hay que condenarse por eso. El tema se torna delicado cuando no lo entendemos a tiempo o nos cuesta poner fin, es ahí donde el deseo de ser amada nubla el derecho a ser respetada convirtiéndose en una adicción. Una palabra que asusta porque recuerda el concepto autodestructivo de una conducta.
El escape
Salir de una relación tormentosa es un reto y cada persona lo asimila de manera distinta. Mujeres y hombres siempre acudimos a la débil esperanza de que esa persona que amamos ‘algún día cambiará’.
No es sano dejar de lado tus proyectos para dedicarte a seguir a alguien. No es sano sacrificar cada minuto de tiempo esperando que se cumpla una promesa. Nadie cambia por el amor que le puedas profesar, la gente solo cambia cuando toma la decisión de hacerlo. Entonces, no perdamos tiempo amando demasiado, sería mucho más beneficioso si esa dosis de amor la invertimos en nosotros mismos. No olvidemos que hay decisiones que nos pueden salvar la vida.
¡Hasta el lunes!