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De cerca

Joaquín Balaguer, el maestro de la oratoria

La primera vez que escuché un discurso del doctor Joaquín Balaguer yo era una adolescente sin edad para votar, no entendía nada sobre política y, honestamente, ni me importaba.

Estaba sentada por casualidad frente al televisor mientras mis padres escuchaban la presentación del candidato del Partido Reformista que recibía una nueva oportunidad para obtener la jefatura del Estado.

Por algún motivo, que no logro identificar, escuché atenta, cautivada por el dominio de la palabra de aquel hombre de baja estatura que sabía a la perfección como utilizar la entonación y las palabras para mantener a la audiencia atenta.

Inspiración

El pasado 14 de julio se conmemoró el 20 aniversario de su fallecimiento, y recordé aquella joven adolescente que quería ser presentadora de televisión y que, después de ese día comenzó a seguir sus presentaciones con la ilusión de algún día poder expresarme como él. Obviamente, no lo logré.

Balaguer, con su verbo repleto de elegancia literaria, utilizaba como un maestro las metáforas. Aun así, lograba que la gran mayoría de los dominicanos lo entendieran, algo que no es tan común como pudiera parecer.

Nunca lo vi leer una nota, toda la estructura de su discurso estaba en su memoria. Los gestos de su rostro y su cuerpo enfatizaban el mensaje verbal, y favorecían la empatía del público. Era consciente de la importancia del silencio y no lo utilizaba al azar, lo hacía para aumentar la expectativa y la atención en su siguiente oración.

Años después

De adulta nunca compartí su forma de dirigir el país, no figuraba en mi lista de favoritos, pero siempre admiré que poseía una cultura fuera de los limites generales, y cada párrafo de sus discursos era una obra de arte.

En sus días de candidato, recuerdo la gracia con la que hacía una referencia positiva de cada lugar que visitaba y finalizaba con algunas promesas de cambio.

Sus discursos eran grabados en cintas magnetofónicas y luego se transcribían para ser difundidos en el periódico “El Reformista” junto a todos sus mensajes de campaña.

También por casualidad, en mis días de estudiante de oratoria llegaron a mi mano algunos ejemplares de esas publicaciones. Ahora, con un sentido más crítico, puede conocer su pensamiento, limitar sus criterios al marco histórico que corresponde y hasta enjuiciar sus reflexiones.

Al igual que Barack Obama o Bill Clinton, Balaguer era un maestro de la improvisación. Con el valor agregado de no tenía la ayuda de un teleprónter y era él quien escribía sus discursos.

No importa si usted simpatizaba o no con el doctor Joaquín Balaguer, es justo reconocer que su retórica, fuertemente anclada a su experiencia, marcó un precedente en la alocución política dominicana. Por cierto, difícil de superar.

¡Hasta el lunes!