Crónica Ligera

¡Ser madre!

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Ana Mercy Otáñez G.Santo Domingo

Cuando Dios me sorprendió como la mayor responsabilidad del mundo la vida me dio un vuelco… Admito que ser madre no estaba en mi agenda, ni cuando pasó, ni más adelante. La edad que tenía cuando sucedió no me permitía estar preparada, ni emocional ni física ni mentalmente para asumir una responsabilidad tan grande. Apenas aprendía a cuidarme yo sola, no estaba lista para asumir el compromiso de criar, cuidar, proteger y educar a otro ser humano. Comenzaba a vivir el sueño profesional que desde pequeña albergaba en lo más profundo de mi corazón, y que me hizo dejar mi vida pueblerina, mi familia y mis amigos para ir tras mis más grandes ambiciones. Sin embargo, hoy doy testimonio que ser madre ha sido la mayor bendición que he podido recibir y el don divino más grande que Dios ha elegido para mi. Ser mamá es andar por un camino divino lleno de retos y situaciones que nos hacen crecer y trabajar para convertirnos en seres especiales que buscamos transitar bajo el inmenso amor, la entrega y la dedicación de María, la madre de nuestro Señor Jesús, también desarrollamos una conexión especial con el Todopoderoso a quien de manera incansable rogamos, pedimos y solicitamos bendiciones y protección para nuestros hijos.

La metamorfosis

Con la transformación de ser madre llegó el miedo, la incertidumbre, los pensamientos extraños y las preocupaciones a destiempo. Aun recuerdo como mi vida cambió, mientras por mi mente pasaba un retroceso vestido de embarazo, Dios se encargó de que descubriera el néctar de los secretos de convertirme en madre con tanto acierto que pareciera una experta. Aprendí a estremecerme con el llanto de mis hijos y a convertirme en una feroz leona para protegerlos. Mi transformación al convertirme en madre cambió todo mi ser, mis prioridades y el orden de mis metas para ir reconstruyendome dia a dia… Para ser madre no existen manuales, ni instrucciones claras que nos indiquen por dónde comenzar, porque su mayor disfrute está en el trayecto…

Mamá Todoterreno!

Cuando asimilé con el duro golpe de la pérdida de mi primera hija mi rol de madre, decidí que la próxima vez sería una “mamá Todoterreno”, entonces desarrollé mis superpoderes, esos con los que Dios bendice a las mamás. Mi deseo era ser una madre real, con virtudes y defectos, pero decidida a dar lo mejor de mí, así inició la mejor travesía de mi vida, combinando las enseñanzas de mi crianza con los acordes de los nuevos tiempos. Decidí acompañar a mis hijos a construir su mejor versión, a ser felices y hacer lo que les enciende el alma.

¡Con Dios!

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