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La Urbi et Orbi, el ícono del ‘Salus Populis Romani’ y su visita a República Dominicana

Con la oración ‘Urbi et Orbi’, realizada el pasado viernes 27 desde El Vaticano, el papa Francisco bendijo no solo a Roma, sino al mundo. El Vicario de Cristo presidió un momento extraordinario con esta bendición desde la Plaza San Pedro vacía y, al mismo tiempo, dio a los feligreses la posibilidad de adquirir indulgencia plenaria (un perdón especial de los pecados concedido por la iglesia Católica) e invitó a abrazar al Señor para tener fe y esperanza para pedir por el fin del COVID-19.

La bendición ‘Urbi et Orbi’ se imparte en tres ocasiones: Cuando el papa es elegido sucesor de Pedro, el 25 de diciembre por Navidad y en Pascua. Pero también se ofrece en ocasiones puntuales. El papa Francisco ha querido tener ahora un gesto especial ante la pandemia de Coronavirus. El Santo Padre dirigió una adoración Eucarística extraordinaria para impartir la bendición del ‘Urbi et Orbi’ al mundo entero, con un mensaje basado en la lectura con el pasaje de “la barca que se hunde”, tomado del evangelio de San Mateo 8:23-27.

Bíblicamente esta bendición e indulgencia (perdón) están sustentadas en las palabras de Cristo dirigidas a San Pedro (primer Papa) en el evangelio de Mateo 16:18 y 18:18: “Lo que ates en la tierra, será atado en los cielos, y todo lo que desates en la tierra, será desatado en los cielos”. Por lo que la misma autoridad que dio Jesús a Pedro, es la misma autoridad que tiene el papa Francisco durante su pontificado.

Por ende, “Todo lo que el Papa ate” que prohíba, declare impropio e ilegal en la tierra, ya habrá sido atado en el cielo y todo lo que el Papa desate, permita, declare lícito en la tierra, ya habrá sido desatado en el cielo.

Uno de los momentos cumbres de esta bendición, fue cuando el Obispo de Roma, elevó una plegaria frente a la imagen de “Salus Populis Romani” o Protectora del pueblo Romano, un ícono bizantino de la Virgen María y el Niño Jesús, que la tradición católica la atribuye a los primeros cristianos y se encuentra en la Basílica de Santa María la Mayor. Llegó a Roma durante el pontificado del papa Gregorio I en el año 590 d.c.

Este ícono de la Virgen María fue entregado por San Juan Pablo II a los jóvenes, el 10 de abril del 2003 con motivo del Día Mundial de la Juventud. Pero 20 años antes, también les entregó la Cruz Peregrina, el 22 de abril del año 1984, durante la clausura del año Jubilar.

Desde entonces, ambos símbolos se han convertido en los principales signos de la Jornada Mundial de la Juventud (concentración que se celebra cada tres años en un país determinado), peregrinando juntos por el mundo visitando las cárceles, hospitales y centros juveniles, entre otros lugares.

República Dominicana durante los días del 25 de noviembre al 13 de diciembre del 2017, tuvo el privilegio y la bendición de recibir estos símbolos, donde miles de jóvenes dominicanos con gran entusiasmo, dieron acogida a través una peregrinación que visitó las 11 diócesis del país, en coordinación con la Comisión Nacional de Pastoral Juvenil de la Conferencia del Episcopado Dominicano.