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Cápsulas de protocolo

¿Sabes aplaudir correctamente?

De Cerca

A los dominicanos nos encanta aplaudir. En el teatro, al finalizar una presentación artística; en el play, cuando nuestro equipo anota; en las bodas, al concluir la ceremonia; y hasta en los funerales, cuando muere una figura conocida. Es como si el silencio hubiera perdido su significado de reverencia.

La costumbre de aplaudir puede ser tan antigua como la propia humanidad, y la diversidad de sus formas está limitada únicamente por la capacidad de los medios disponibles para hacer ruido. Dentro de cada cultura, sin embargo, el aplauso puede tener un significado distinto.

El tiempo que debemos aplaudir no se sujeta a ninguna regla. Lo más habitual es no pasar de un minuto, pero pueden darse circunstancias excepcionales en las que los aplausos se prolonguen durante varios minutos.

Las palmadas deben estar a la altura del pecho. Nunca aplaudir delante de tu cara, y menos aún, en la cara de otra persona. Los dedos de una mano tocan ligeramente la palma de la otra.

Seguro que lo has hecho más de una vez, pero ¿conoces el origen de los aplausos?

Los antiguos romanos tuvieron un conjunto ritual de aplauso para las representaciones públicas, expresando diversos grados de aprobación: golpear los dedos, dar palmadas con la mano plana o hueca, o agitar el faldón de la toga, lo que el emperador Aureliano lo sustituyó por pañuelos (orarium) que distribuyó entre el pueblo. En el teatro romano, al final de la obra, el protagonista gritaba ¡Valete et plaudite! y la audiencia, guiada por un corego no oficial, coreaba su aplauso antifonalmente. Esto a menudo era organizado y remunerado.

Historiadores narran que el emperador Nerón llegaba a pagar hasta cinco mil personas, para que lo aclamaran cuando aparecía en público. Más tarde, los empresarios de espectáculos teatrales y musicales recurrieron a la treta de colocar, entre el público, a personas contratadas para aplaudir; se les llamó ‘la claque’, palabra francesa que quiere decir golpear, batir, producir ruido.

Con la proliferación del cristianismo, las costumbres del teatro fueron adoptadas por las iglesias, pero terminó pasando de moda y, en parte debido a la influencia de la atmósfera cuasi religiosa de las representaciones de Wagner en Bayreuth, el espíritu reverencial que inspiró este decaimiento pronto se extendió a los teatros y salas de concierto.

Los aplausos provocan un efecto de imitación, debido que la gente tiende a actuar de la misma manera que el resto, sincronizando así sus reacciones. Incluso hay aplausos que siguen ciclos, que pueden llegar a repetirse varias veces.

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