PROTAGONISTAS
Amante de la paz
Daniel Saban, embajador de Israel, conversa sobre su historia de vida y las razones que lo llevan a asegurar que las guerras no son lo que se ve en las pantallas.
Jugar, estudiar (quizás), andar a carreras con los amigos y nada más, es lo que se supone que haga un niño de cuatro años. En el caso de Daniel Saban, embajador de Israel en República Dominicana, la historia es diferente. Sí tuvo esas vivencias de la infancia, pero había algo más en ese niño, que a su edad no era normal.
“Cuando tenía cuatro años jugaba con Salomón, primo de mi abuela. Al cansarme del juego veía a los mayores en sus tertulias escuchando la radio, que emitía las voces con nombres que en ese momento no me decían nada. Pero los mayores estaban muy interesados porque se trataba de la lucha de independencia entre Argelia y Francia”.
Recuerda que él motivaba a Salomón a acercarse para entender sobre lo que estaban hablando. Su compañero se rehusaba, preguntándole que si estaba loco, que qué tenían ellos que ver con eso.
“En ese entonces se encendió en mi alma la chispa de la curiosidad por lo internacional, la geopolítica, estrategias, lucha por la libertad y la independencia”, afirma Saban.
Aunque no le fue difícil adaptarse, a los diez años, probó junto a su familia el sabor amargo de la migración obligatoria. En el aeropuerto (del que partió a Francia y posteriormente a Jerusalén, Israel), vivió una escena de terror, producto de los disparos y bombardeos que ahuyentaban la tranquilad de los alrededores de una terminal aérea de su natal Argelia.
Esas vivencias y el haber sido un soldado, que palpó de cerca la guerra de Yom Kipur, en la que estuvo unas seis veces muy próximo a la muerte, son de las experiencias que le convierten en un hombre amante de la paz.
“La guerra no es lo que muestran las películas. Una vez allí, lo único que quieres es la paz, que termine todo; y en eso estoy trabajando todo el tiempo”, afirma.
Entrega Deja claro que hay personas que nacen siendo lo que de adultos moldean y perfeccionan.
Intrigado por conocer la dinámica para la toma de decisiones que llevan al mundo por un mejor sendero, decide hacer una licenciatura en Ciencias Políticas y otra en Historia del Pueblo Judío.
Su destacada labor y aportes a las relaciones diplomáticas entre su país y naciones hermanas, se evidencian con reconocimientos como: sendas medallas de honor que le fueron entregadas en el 2007, por los gobiernos de Ecuador y Costa Rica, lugares en los que fungió como representante del pueblo israelí. En la actualidad, continúa realizando labores similares en territorio dominicano.
Para Saban, lo más duro de estar en una misión diplomática, es el hecho de vivir muy lejos de los suyos. Sin embargo, asegura: “Si hay un proceso de reencarnación y mi alma volviera a este mundo de otra forma, y me preguntaran ¿qué quieres hacer? respondería: servicio de exterior representando mi país, el Estado de Israel”.
Él, simplemente entiende que es causa justa representar a su nación.
Parte de sus deseos es que el mundo pueda ver el Israel que busca nuevos horizontes, en todos los sentidos; el de los Nobel y el país que con su gente trabaja constantemente para avanzar.