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Miles de desplazados enfrentan hacinados "peores meses" de sus vidas en el Sur de Gaza

Rafah, ciudad fronteriza con Egipto, antes de la guerra entre Israel y el movimiento islamista Hamás tenía 250.000 habitantes, pero ahora tiene 1,3 millones, más de la mitad de los casi 2,4 millones del territorio palestino, según la ONU.

Palestinos reciben alimentos en un punto de donación en un campamento para desplazados en Rafah.

Palestinos reciben alimentos en un punto de donación en un campamento para desplazados en Rafah.AFP

Decenas de miles de personas se hacinan en una calle de apenas 30 metros de ancho en Rafah, en el sur de la Franja de Gaza, y entorpecen el paso de los vehículos y el acceso a los servicios básicos.

Esta ciudad fronteriza con Egipto, que antes de la guerra entre Israel y el movimiento islamista Hamás tenía 250.000 habitantes, tiene ahora 1,3 millones, más de la mitad de los casi 2,4 millones del territorio palestino, según la ONU.

Cientos de miles de gazatíes llegaron procedentes de otras zonas del enclave, desde el inicio de la ofensiva lanzada por Israel en represalia por la letal incursión de comandos islamistas en el sur del país, el 7 de octubre.

Y viven apiñados en apartamentos o en tiendas de campaña levantadas en parques, estadios y plazas.

Noha al Madhun, de 47 años, oriunda del campo de refugiados de Beit Lahya, en el norte de la Franja, se instaló con su familia en casa de unos allegados. "Están siendo los peores meses de nuestra existencia", suelta la mujer, que comparte alojamiento con unas cuarenta personas.

“Dormimos en el suelo y tenemos frío", añade.

La superficie de Rafah es de unos 65 kilómetros cuadrados. Su densidad poblacional se disparó en el centro y en el oeste, pero es menor en su zona este, cerca de la frontera con Israel, y en el norte, próximo a la localidad de Jan Yunis, epicentro actual de los combates.

Al principio de la guerra, el ejército israelí bombardeó el norte del enclave y exigió a los habitantes que se desplazaran hacia el sur.

Cientos de miles de personas afluyeron entonces hacia Rafah y Jan Yunis, pero cuando esta última ciudad empezó a ser bombardeada sin descanso, muchos volvieron a huir.

No queda sitio

Es el caso de Abdelkarim Misbah, de 32 años, oriundo del campamento de Jabailya, en el norte. "La semana pasada escapamos de la muerte en Jan Yunis sin llevarnos nada con nosotros. Al no encontrar ningún lugar adonde ir, pasamos las dos primeras noches en la calle", cuenta.

Hasta que un "bienhechor" le dio una tienda a su familia, montada cerca de la frontera egipcia. "No queda sitio. Tan solo un muro nos separa de Egipto, al sur, y del mar, al oeste. Por la noche, tiritamos" de frío, señala.

El ataque de Hamás dejó más de 1.160 muertos en Israel, mayoritariamente civiles, según un recuento de la AFP basado en cifras oficiales israelíes.

En respuesta, Israel prometió "aniquilar" al movimiento islamista, que gobierna en Gaza desde 2007, y emprendió una ofensiva militar que ha causado ya más de 27.100 muertos, sobre todo civiles, según el Ministerio de Salud de la Franja, gobernada por Hamás desde 2007.

Alrededor de 1,7 millones de personas tuvieron que dejar sus hogares, según la ONU, en una situación caótica en la cual los combates se suman al bloqueo israelí que obstaculiza la llegada de agua, comida, combustible y medicamentos a la Franja.

La muerte es más clemente

Naima al Bayumi, de 38 años, lleva caminando dos horas para ir a ver su sobrina, ingresada en un hospital. "Todavía me quedan dos horas más", dice, visiblemente agotada.

La mujer, que vivía en Jan Yunis, rompe a llorar al hablar de sus hijos gemelos, Ahmed y Mohamed, que murieron "como mártires" cuando el techo de su casa se vino abajo.

"Los tuve la primera semana de guerra, después de 13 años de matrimonio", cuenta. "Mi sueño de ser madre se cumplió. Pero solo duró un mes [...] Ya no quiero seguir viviendo".

Un poco más allá, voluntarios se encargan de regular la circulación, intentando tranquilizar a los conductores, hartos del tráfico infernal.

Una mujer, con un bebé en brazos, monta a la parte trasera de un camión, que lleva a decenas de pasajeros de pie. Se agarra para no caer y comenta: "la muerte es más clemente que esta vida".

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