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El papa dice que la pena de muerte "es veneno para la sociedad"

En el libro 'Un cristiano en el corredor de la muerte', el papa reitera que "la pena de muerte no es en modo alguno la solución a la violencia que puede afectar a personas inocentes"

El papa Francisco habló la semana pasada a propósito de que se cumplieron 79 años de la acción contra los japoneses.

El papa Francisco habló la semana pasada a propósito de que se cumplieron 79 años de la acción contra los japoneses.FUENTE EXTERNA

El papa Francisco reafirmó su condena a la pena de muerte y aseguró "que no da justicia y es un veneno para la sociedad" en el prefacio del libro recientemente publicado del abogado Dale Recinella, que acompaña espiritualmente a los condenados a muerte en Estados Unidos.

En el libro 'Un cristiano en el corredor de la muerte', el papa reitera que "la pena de muerte no es en modo alguno la solución a la violencia que puede afectar a personas inocentes" y que las ejecuciones capitales, lejos de proporcionar justicia, alimentan un sentimiento de venganza que se convierte en un veneno peligroso para el cuerpo de nuestras sociedades civiles".

"Los Estados deberían preocuparse por permitir a los prisioneros a oportunidad de cambiar verdaderamente sus vidas, en lugar de invertir dinero y recursos en reprimirlos, como si fueran seres humanos que ya no merecen vivir y ser eliminados", escribe Francisco.

Y recuerda que en su novela 'El idiota', Fyodor Dostoievski "resume impecablemente la insostenibilidad lógica y moral de la pena de muerte, hablando de una persona condenada a la pena capital: ¡Es una violación del alma humana, nada más!"

Y pide que el próximo Jubileo de 2025 "debe comprometer a todos los creyentes a pedir con una sola voz la abolición de la pena de muerte, una práctica que, como dice el Catecismo de la Iglesia católica: es inadmisible porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona".

Señala que "esta infinita misericordia divina también puede escandalizar, como escandalizó a muchas personas en la época de Jesús" pero "que el amor de Dios no tiene fronteras ni medida. Y que ni siquiera el más vil de nuestros pecados desfigure nuestra identidad a los ojos de Dios: seguimos siendo sus hijos, amados por él, custodiados por él y considerados preciosos". 

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