Militares asedian a las pandillas en sus bastiones en ciudad cercada en El Salvador
Desde el sábado, Soyapango fue cercada por 8.500 soldados y 1.500 policías en el marco de la estrategia del gobierno de Nayib Bukele contra las pandillas.
"Antes ni Dios nos salvaba con los pandilleros, hoy es distinto", recuerda el pastor evangélico Mauricio González en el barrio La Campanera, un bastión de pandilleros tomado por militares en la ciudad salvadoreña de Soyapango, cercada como parte de la guerra contra esos grupos criminales.
Armados con fusiles de asalto, los militares buscaban este domingo casa por casa a miembros de las temidas pandillas en las colonias o barrios de la populosa ciudad, vecina de San Salvador.
González, de 52 años y con una biblia en mano, explicó a la AFP que desde hace 10 años nadie de su iglesia "podía poner un pie" en La Campanera.
Rodeada por verdes cerros y otras colonias, La Campanera, donde residen en su mayoría trabajadores de fábricas, es conocida por ser un bastión de Barrio 18, una de las pandillas más violentas que opera en el país.
"Yo fui amenazado de muerte por predicar de Dios a los jóvenes de este lugar, la pandilla no lo toleró, no vine más", aseguró González, que este domingo llegó al lugar junto a una treintena de personas a predicar.
Desde el sábado, Soyapango fue cercada por 8.500 soldados y 1.500 policías en el marco de la estrategia del gobierno de Nayib Bukele contra las pandillas.
- Un ambiente sin pandilleros -Un grupo de militares está apostado en la entrada de la única calle de acceso a La Campanera, registrando a todo el que entra y sale a pie o en carro; otros patrullan en carros blindados en las afueras de los pasajes, las callejuelas que hay entre las casas de ladrillos de concreto en esta colonia obrera.
Los vecinos caminan tranquilos y compran en pequeños negocios colocados en las aceras.
Cuando los pandilleros controlaban el lugar, cuentan, había menos negocios, pues sus dueños no podían pagarles el cobro de la extorsión.
"Solo el que no ha vivido aquí no se daría cuenta lo diferente que estamos viviendo. Hoy todo esta más seguro, la gente se ha animado a poner su negocio, ya no se ven a los muchachos (pandilleros) en los pasajes", narró Etelvina Rosas, de 36 años, quien vendía frutas.
La mujer recordó que en "varias" ocasiones tuvo que pagar la extorsión a la pandilla del lugar.
La guerra contra las "maras", que Bukele lanzó el 27 de marzo al amparo de un estado de excepción, ha llevado a la detención de más de 58.800 presuntos pandilleros, según cifras oficiales.
El régimen de excepción fue prorrogado por el Congreso hasta mediados de diciembre.
Las acciones implementadas por el gobierno en Soyapango, en virtud del estado de excepción que ha sido cuestionado por organismos humanitarios, ha conducido a "una enorme mejora en su seguridad", dijo recientemente la alcaldesa, Nercy Montano.
Sin zona de guerra -Sobre la vía que dirige a La Campanera se encuentra la colonia Las Margaritas, históricamente controlada por la Mara Salvatrucha (MS-13), archienemiga de Barrio 18.
En una de sus calles, al menos seis vehículos blindados y artillados de los militares vigilan el lugar.
"La orden es no dejar terroristas en todo Soyapango", dijo a la AFP un soldado que prefirió no identificarse.
En los muros de Las Margaritas no se observa grafitis alusivos a las pandillas, las señales con que estos grupos marcan lo que consideran sus territorios. Aquí fueron borrados por las autoridades.
Mirna Polanco, una universitaria de 24 años, camina por la calle que conecta Las Margaritas y La Campanera y recuerda que era "una zona de guerra" por los enfrentamientos a tiros que protagonizaban ambos grupos criminales.
"Todo eso se ha ido acabando y ojalá se mantenga así de aquí en adelante", dice a la AFP mientras espera abordar un autobús.
Un último balance de las autoridades el sábado sobre el resultado del cerco a Soyapango da cuenta de apenas 12 detenciones. Las cifras no han sido actualizadas.
"No nos vamos a ir de Soyapango hasta capturar al último pandillero", señaló el ministro de Defensa, René Merino.