El cementerio de mascotas más antiguo de Italia y la gallina de Mussolini
El origen de Casa Rosa se remonta a 1922 y tiene una "historia particular"
El cementerio de mascotas más antiguo de Italia, con cerca de mil tumbas de animales de todo tipo, desde perros y gatos hasta palomas, iguanas e incluso un león, cumple cien años desde su primera y sorprendente sepultura: la gallina de los hijos de Benito Mussolini.
El origen de Casa Rosa, como se conoce a este peculiar lugar situado a las afueras de Roma, se remonta a 1922 y tiene una "historia particular": Antonio Molon, que era el veterinario del dictador, regaló a sus hijos una gallina que se convirtió en la compañera de juegos de los niños hasta que murió poco después.
"Mussolini le pidió a mi padre que, puesto que tenía un terreno, la enterrase para que los niños pudiesen ir a dejar flores y recordar los días que pasaron juntos", explica su hijo y actual propietario, Luigi Molon, en una entrevista a Efe en su despacho, decorado con fotos de su progenitor junto a los perros del "Duce".
El entierro tuvo lugar el mismo año en el que Mussolini tomó el poder y a partir de ahí nació la idea de instalar un cementerio para todo tipo de especies en el jardín trasero de la casa de los Molon.
"Luego vinieron las mascotas de los Saboya -la última casa real de Italia-, de actores como la francesa Brigitte Bardot, de primeros ministros, magistrados y otras celebridades", relata Molon, que se resiste a desvelar los nombres de sus clientes más importantes.
Desde entonces han pasado cien años y este insólito cementerio, cuyas puertas están flanqueadas por la estatua de dos perros y un cartel en el que se lee "Enfermería y sepultura", acoge ya a cerca de mil mascotas.
Entre las variopintas tumbas de todos los colores y tamaños que se amontonan en el jardín uno puede encontrar desde las sepulturas más simples hasta verdaderos mausoleos repletos de fotos, peluches, luces y guirnaldas de colores, dejando constancia de los cariñosos propietarios a lo largo de las décadas.
"Lo que hacen las lápidas no es nada más que continuar la rutina que tenían sus dueños de peinar las mascotas, lavarlas, jugar con ellas... es un hilo que no se interrumpe", explica Luigi Molon.
Esta rutina se mantiene viva con las visitas, "algunas diarias", que hacen los amos a este rincón de Roma para seguir mostrando a sus mascotas un cariño,"que no muere nunca", añade este veterinario jubilado, quien durante la entrevista saluda a tres mujeres que entran para visitar a sus seres queridos.
Los dueños que conocen el centenario cementerio le llaman constantemente por si queda algún espacio disponible para sepultar a sus mascotas.
"Me llaman a todas horas y me preguntan si hay hueco. Normalmente tenemos, y se entierra la mascota con un contrato de cinco años", explica.
Aunque este veterano italiano de 78 años comprende el amor que se llega a profesar hacia un animal, ya que él mismo tiene perros, reconoce que algunos de los clientes cruzan la línea entre la realidad y la fantasía.
"Hay quienes prefieren hablar con los perros que con las personas”, afirma, mientras relata el dolor con el que le llaman a cualquier hora de la noche o la intensidad de ciertos mensajes grabados en las tumbas: "Te quieren tu mamá y tu papá".
Esta devoción y el deseo de aquellos que "no quieren dejar a su mascota en la incineradora porque es como si quemaran algo suyo", según Molon, son los que hacen perdurar a Casa Rosa, el único cementerio de animales de toda la región de Roma, el Lacio.
Molon tiene la única licencia que permite soterrar animales desde 1984 y se siente orgulloso de la historia que reúne este lugar. "Tiene cien años ¿Quién me la va a quitar?".
Por ese motivo, y a pesar de su avanzada edad, asegura con la firmeza de quien lleva décadas trabajando en lo mismo que continuará dedicándose al histórico cementerio de Casa Rosa hasta el final, y que, detrás, vienen sus hijos: "Las generaciones continuarán".