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Un bosque de andamios envuelve los muros de Notre Dame durante las obras

Fuente externa.

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A pocos días del segundo aniversario del incendio de Notre Dame de París, los responsables de su reconstrucción organizaron hoy una visita virtual en la que se pudo ver el bosque de andamios que envuelve los muros para consolidar la estructura antes de empezar la reconstrucción.

El general Jean-Louis Georgelin, que es el responsable de coordinar las obras, explicó en la transmisión emitida por las redes sociales que, de acuerdo con su programación, la restauración propiamente dicha "tiene que iniciarse en el segundo semestre de 2021".

"Ahora -subrayó- mi preocupación es conseguir una planificación rigurosa para fijar nuestro camino para la reapertura al culto en 2024".

También será en 2024, aunque todo no esté finalizado, cuando se puedan reanudar las visitas turísticas a uno de los edificios más emblemáticos de la capital francesa, cuya historia quedó marcada por el fuego que se declaró en la tarde del 15 de abril de 2019 en la techumbre, en una zona donde se estaban llevando a cabo unas reformas.

LAS HUELLAS VISIBLES DEL SINIESTRO

Las huellas del hundimiento de la aguja de la catedral en el transepto, que fue el momento más espectacular y más trágico del siniestro, son todavía bien perceptibles, en particular en el suelo que, como mostró Georgelin "quedó totalmente destruido" en esa zona.

Allí hubo que retirar todos los vestigios que se habían venido abajo, en primer lugar con robots porque la entrada de personas era peligrosa ante el riesgo de derrumbes.

Una de las tareas más delicadas en esa fase fue desmontar el andamiaje que rodeaba la aguja, en total 300 toneladas de piezas metálicas que se fueron extrayendo con unas grúas articuladas y con especialistas en trabajos de altura. Eso terminó a finales de 2020.

Ahora continúan los esfuerzos para consolidar las bóvedas y en paralelo -señaló el general- se han seleccionado un millar de robles en un bosque del oeste de Francia que servirán para rehacer la techumbre bajo la aguja. UN POLVO DE PLOMO QUE LO IMPREGNA TODO

El fuego fundió en la cubierta las placas de plomo, lo que volatilizó un polvo extremadamente contaminante que en parte se precipitó sobre el propio edificio y que no solo obliga a utilizar técnicas especiales para extraerlo de los muros y de las pinturas, sino que ralentiza el trabajo.

En los protocolos de esta reconstrucción que se pretende modélica desde el punto de vista de la seguridad laboral, se ha establecido que cada vez que se entra y se sale del recinto hay que ducharse para desprenderse de ese polvo de plomo que lo impregna todo.

Amélie Strack, especialista de la restauración de esculturas y de la piedra, que se encarga actualmente de la limpieza de la capilla de Nuestra Señora de Guadalupe, contó cómo han empezado con una aspiradora mecánica antes de utilizar lápices de rayos láser para las junturas y para las policromías y productos que no contengan elementos abrasivos. "Cada obra es única. Hay que reflexionar sobre el procedimiento", puntualiza Strack.

El gran órgano fue uno de los elementos que se salvó del incendio, pero sus 8.000 tubos hubieron de ser desmontados y sacados de la catedral, para lo cual fueron necesarios cuatro contenedores y un remolque.

De eso, y de volver a montarlos se ocupa el uruguayo Mario d'Amico, que hizo hincapié en que un órgano "es delicado como un violín" y que para manipular esos tubos de estaño hay que utilizar guantes porque son muy delicados.

La visita virtual permitió comprobar cómo vuelve a cobrar vitalidad el color de las pinturas que se conservaron de la restauración que dirigió a mediados del siglo XIX Eugène Viollet le Duc en la capilla de Saint Ferdinand.