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¿Quieren un adelanto del presidente Biden? Echen un vistazo a su campaña

Biden podría llegar a la Casa Blanca en enero.

En enero, el presidente electo Joe Biden traerá a la Casa Blanca su propio cúmulo de habilidades y convicciones. (Erin Schaff/The New York Times).

En enero, el presidente electo Joe Biden traerá a la Casa Blanca su propio cúmulo de habilidades y convicciones. (Erin Schaff/The New York Times).

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The New York TimesWashington, Estados Unidos

Al igual que el presidente Bill Clinton, Joe Biden es extrovertido, empático y tiene una amplia red de amigos. Como el presidente George W. Bush, mantiene una estricta disciplina personal (para Biden, este año, eso implicó ciclismo y malteadas con proteínas, con el fin de compensar su costumbre de comer helado).

Del mismo modo que el presidente George H. W. Bush, respeta las tradiciones políticas estadounidenses, y con el presidente Barack Obama comparte ocho años de historia, experiencias y algunas heridas de guerra en Washington.

No obstante, cuando Biden llegue a la Casa Blanca en enero, luego de cuatro turbulentos años de la presidencia de Trump y un caótico periodo de transición, traerá con él su propio cúmulo de habilidades.

A lo largo de 36 años como senador y ocho como vicepresidente, ha perfeccionado las técnicas para operar en Washington. Con base en sus acciones y posturas durante estos últimos 18 meses como candidato a la presidencia, estos son cuatro elementos primordiales de cómo Biden podría abordar el gobierno en enero, 48 años después de su llegada a Washington.

Consulta a los especialistas, a los funcionarios electos y a su círculo de allegados

Este año, Biden recurrió a una combinación de opiniones de especialistas y conversaciones con funcionarios electos de todo el país para elaborar sus planes que buscan enfrentar las tremendas crisis económicas y de salud pública actuales, y nos dio una idea del tipo de aportaciones que pueden ayudarle a tomar decisiones como presidente.

Cuando llegó la pandemia, la reacción de Biden fue ponerse en contacto telefónico.

Pese a que no tenía la autoridad para promulgar políticas, Biden consideró importante mantenerse en contacto con los alcaldes, los senadores y los gobernadores; los llamaba con frecuencia y en sus alocuciones públicas hacía referencia a lo que había aprendido sobre sus experiencias. Era como seguir con el papel que tuvo como vicepresidente, donde casi siempre fue el mejor enlace del gobierno de Obama con el Capitolio, y mostraba el respeto que le tiene a otros funcionarios electos.

Al mismo tiempo, una parte fundamental del mensaje de Biden durante las elecciones generales fue que, como presidente, escucharía a los especialistas en el momento de enfrentar los retos más importantes del país.

Sin embargo, pese a todas las recomendaciones de los expertos que tendrá a su disposición en la Casa Blanca, en sus posturas también participan, en términos generales, un círculo primordial de colaboradores y asesores cercanos y algunos familiares —concretamente su esposa y su hermana— quienes lo han asesorado durante décadas.

La semana pasada, nombró como jefe de gabinete a Ron Klain, un asesor político que comenzó a trabajar con Biden en la década de 1980. Pero también ha prometido conformar un gobierno inclusivo.

“Queremos la estabilidad, la experiencia y la confianza de los veteranos”, señaló el exsecretario de Defensa Chuck Hagel sobre las perspectivas del gobierno de Biden. “Pero también queremos sangre nueva, ideas nuevas, rostros nuevos que contribuyan con ellas. Ellos son la próxima generación. Creo que es la manera en que lo verá Joe”.

Puede ser flexible con las fechas límite

En puntos de inflexión primordiales a lo largo de su campaña, Biden quiso recabar la mayor cantidad de información posible.

Y luego, esperaba.

Sus aliados sostienen que, a fin de cuentas, Biden es audaz y dicen que no es del tipo de persona que duda o que no cumple una promesa cuando ha llegado a algún acuerdo en una negociación. Pero ha demostrado que no lo pueden apresurar cuando se trata de decisiones políticas o personales importantes.

Esto fue más que evidente durante el proceso de designación del vicepresidente, cuando Biden postergó las fechas límite autoimpuestas para nombrar a su compañera de fórmula, antes de decidirse por la senadora Kamala Harris. En ella encontró a alguien en quien confiar como una fiel aliada, una dirigente que comparte sus ideas sobre la manera de gobernar y que posee habilidades políticas que él no tiene.

Esa coyuntura podría ser representativa de cómo se realizarán en las próximas semanas los anuncios de los miembros de su gabinete y otros nombramientos de su equipo cuando Biden evalúe exhaustivamente sus opciones y también se enfrente a las limitaciones políticas de un posible Senado controlado por los republicanos.

Biden ha insinuado que tal vez nombre a unos cuantos miembros del gabinete cerca del Día de Acción de Gracias, lo que implica una prueba inicial sobre si sus plazos son algo más precisos como presidente electo de lo que fueron cuando era candidato.

Es un hombre que lleva al Senado en su corazón, pero está por verse si el Senado quiere que regrese

Biden ha sido vicepresidente de Estados Unidos, un político veterano de su partido y, ahora, presidente electo.

No obstante, en muchos aspectos, sigue siendo un senador por Delaware de corazón, quien en ocasiones se internaba en la jerga de los discursos (el año pasado, en la fase de debates, se refirió a la senadora por Massachusetts, Elizabeth Warren, como su “distinguida amiga”) y que en la campaña de toda la contienda de 2020 citaba a los mentores del Senado de hace décadas.

Su experiencia en el Senado definió sus posturas políticas —que consideran que el consenso, la civilidad y el bipartidismo son esenciales para lograr algún avance— y ayuda a explicar por qué llegará a la Casa Blanca con un gran respeto por el Congreso. Su insistencia de que podría “bajar los ánimos” en términos políticos fue una parte primordial de su discurso en toda la contienda y se dio el gusto de marginar a los demócratas que consideraban que esas posturas eran ingenuas.

La pregunta es si las posturas de Biden serán recompensadas por los republicanos del Capitolio, algunos de los cuales se rehúsan a reconocer la legitimidad de su elección.

Tiene la misión de ser él mismo

Tras cuatro años con el presidente Donald Trump en la Casa Blanca, Biden, en muchos sentidos, promete un retorno a las normas y tradiciones anteriores que, en términos generales, han definido el cargo.

No esperen que Biden use su cuenta de Twitter para despedir a los miembros de su gabinete, que participe en las coberturas de noticias por televisión, ni que repentinamente anuncie políticas. De hecho, su equipo de campaña sostuvo que rechazaba el Twitter porque no era una buena manera de medir las opiniones de la mayoría de los estadounidenses.

Pero sí esperen ver a un presidente que asume el papel tradicional de actuar como un consuelo fundamental en momentos trágicos. La capacidad de Biden de empatizar con las personas que sufren es una de sus cualidades más características como político, después del accidente automovilístico donde, en 1972, murió su primera esposa y su bebé, y de la muerte de su hijo mayor, Beau Biden, en 2015.

La semana pasada, el Día de los Veteranos, visitó el Monumento de la Guerra de Corea en Filadelfia y se empeña en mostrar respeto por quienes portan el uniforme.

Pocas veces Biden mostró su enojo de modo tan evidente en la campaña como cuando citó los comentarios que, según informes, tuvo Trump acerca de los soldados caídos. Biden lleva en su saco una tarjeta que, entre otras cosas, contiene la cifra exacta de los soldados estadounidenses que han muerto en Irak y Afganistán, y sistemáticamente termina sus comentarios diciendo “Que Dios proteja a nuestros soldados”.

Pero pese a todo el respeto que tiene Biden por las instituciones estadounidenses —los tribunales, el Congreso, el Ejército— también es un personaje pintoresco en la política estadounidense con una fuerte personalidad que ahora los estadounidenses y los dirigentes del mundo verán de cerca.

Se le conoce por su empatía, pero también puede ponerse tanto a la defensiva que, al parecer, durante un diálogo acalorado, una vez llamó “gordo” a un elector (lo cual negó su equipo de campaña) y lanzó un reto de hacer abdominales. Está rebosante de “Bidenismos” y de una variada sabiduría que atribuye a diversos familiares y colegas fallecidos desde hace mucho tiempo, y también está muy orgulloso de sus raíces católicas irlandesas en Scranton, Pensilvania.

“Obsérvenme”, ha recomendado Biden a los electores en el transcurso de los años. “Si les gusta lo que ven, colaboren. Si no, voten por el otro”.

Esta vez, le gustó a la cantidad suficiente de electores estadounidenses. Ahora ellos, y el resto del mundo, están a punto de verlo con más atención.

El presidente electo Joe Biden y la vicepresidenta electa Kamala Harris se reúnen con su consejo asesor para el coronavirus, en Wilmington, Delaware, el lunes 9 de noviembre de 2020. (Amr Alfiky/The New York Times).