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Javier, un joven sordociego que abraza sus sueños pese a la adversidad

No ve, ni oye, pero Javier García Pajares, un abogado extremeño de 28 años, ha conseguido escalar algunas de las montañas más altas del mundo para demostrar que cualquier reto puede cumplirse, como el de ser el primer Erasmus sordociego, obtener un doble grado con la máxima calificación o aprender inglés sin oírlo.

A Javier le cambió la vida cuando estudiaba secundaria en Plasencia (Cáceres) y adquirió su discapacidad, tenía 15. Estuvo un año sin hacer nada, aislado. "Fue un periodo difícil y de desconcierto", explica en una entrevista con EFE. Pero supo convertir esa nueva condición "en una oportunidad para aprender, para crecer y para hacer las cosas de otra forma".

Tras un periodo de adaptación para aprender nuevas formas de comunicación en una escuela de la ONCE, retomó los estudios, terminó el Bachillerato en el IES Beatriz Galindo de Madrid con el mejor expediente del instituto y de ahí a la Universidad Autónoma de Madrid, donde se graduó en Administración de Empresas y Derecho y obtuvo en su trabajo fin de grado matrícula de honor.

SUEÑOS DIFÍCILES, PERO NO IMPOSIBLES

Es de esas personas que animan, a seguir intentando las cosas, a romper cualquier barrera. "En esta vida es muy importante soñar y perseguir esos sueños que tenemos, porque aunque a veces creemos imposibles, solo son difíciles".

Por esa forma de vivir, que traslada en su proyecto "Abrazar las estrellas", con el que sume cimas para visibilizar la sordoceguera, ha obtenido el Premio Nacional de Juventud 2019, del ámbito deportivo. Ha coronado el Elbrus (el monte más alto de Europa), el Mulhacén (el más alto de la península), 7 de los Alpes de más de cuatro mil en tan solo seis días y el monte Toubkal (la más alta del norte de África), entre otros muchas.

"Cuando llegué a la cima del Elbrus, de 5642 metros, sentí una inmensa alegría, estaba cumpliendo lo que yo quería, que era abrazar las estrellas, por eso recuerdo que abrí mucho los brazos y con ese abrazo no solo las abrazaba yo, sino también la sordoceguera porque le dábamos mucha visibilidad".

Se muestra como un chico de 28 años, sordociego, que hace una vida normal, que quiere superarse, que no se pone límites, que afronta todo lo que sueña con ilusión y que a veces lo consigue, pese a la adversidad, que compagina su trabajo, sus proyectos, el deporte y su responsabilidad con los jóvenes con discapacidad. Es responsable de juventud de personas sordociegas en Fasocide (entidad de personas con esa discapacidad).

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