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BURDELES

Prostíbulos en salas de masajes, negocio difícil de combatir

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Philip MarceloBoston, Estados Unidos

Los hay en el centro de las ciudades y en zonas comerciales de los suburbios. Los burdeles que se hacen pasar por salones de masajes son parte del paisaje urbano de Estados Unidos desde hace décadas, escondidos a plena luz del día.

Una redada policial en la que fue detenido el millonario Robert Kraft, propietario de los Patriotas de Nueva Inglaterra, flamantes campeones de fútbol americano, puso sobre el tapete de nuevo el tema del tráfico humano y de los abusos que tienen lugar detrás de los vidrios oscuros de muchos de esos locales... y de lo difícil que es combatir esa actividad ilegal.

La policía y los fiscales están apelando a una serie de recursos, incluidas investigaciones a fondo de las bandas detrás de estos negocios, la clausura de portales con comentarios de los clientes sobre los servicios sexuales recibidos y la estricta aplicación de las leyes que rigen la industria de los masajes, según activistas que combaten el tráfico humano.

“Estamos frente a una industria que mueve miles de millones de dólares, muy estratégica, que sabe cómo mantener los negocios funcionando”, dijo Stephanie Clark, directora ejecutiva de Amirah, una organización sin fines de lucro que ofrece refugio a mujeres que le escapan al tráfico sexual en Massachusetts, donde están proliferando los burdeles que se hacen pasar por salones de masajes. “Siempre están diez pasos adelante”.

Se calcula que hay unos 9.000 locales de masajes ilegales que operan en más de 1.000 ciudades del país y generan 3.000 millones de dólares, según el Proyecto Polaris, una entidad sin fines de lucro que tiene una línea telefónica especial que ofrece ayuda a las víctimas del tráfico humano.

La mayoría de las prostitutas son chinas y sudcoreanas de van desde treintañeras hasta cincuentonas y que entraron al país ilegalmente, están muy endeudadas y se dejan llevar por una combinación de mentiras, amenazas y otras formas de coerción, según la agrupación.

El “massage parlor” de Jupiter, Florida, donde se filmó a Kraft, un millonario de 77 años, teniendo relaciones sexuales es típico: El “Orchids of Asia Day Spa” se encuentra en un pequeño centro comercial suburbano, en una comunidad costera de gente rica, emplea mayormente a inmigrantes chinas y es parte de una cadena de al menos otros ocho locales similares entre Palm Beach y Orlando, en la Florida.

Las autoridades dicen que las mujeres atienden a un promedio de 1.500 clientes por año, no tienen días de descanso y no se les permite salir del negocio, donde muchas de ellas viven. El procurador estatal de Palm Beach Dave Aronberg dijo que impera un régimen de “esclavitud moderna”.

Once presuntos propietarios y gerentes han sido acusados de distintos cargos relacionados con la prostitución. Uno de ellos, Lan Yun Ma, de Orlando, fue acusado asimismo de tráfico humano. Y cientos de clientes, incluidos Kraft, fueron acusados de solicitar los servicios de prostitutas.

“Clausurar un local a la vez no basta”, sostuvo Bradley Myles, director ejecutivo de Polaris. “Hay que investigar en varios estados a la vez, seguir el dinero y combatir a estas bandas del crimen organizado”.

Las autoridades de los estados de California, Minnesota, Utah y Washington también están armando casos grandes, según Myles.

En un caso reciente, una mujer de 38 años fue acusada de dirigir una lucrativa operación de tráfico humano y lavado de dinero a partir de seis salones de masajes asiáticos en suburbios de Boston.

Los fiscales dicen que Xiu J. Chen reclutaba mujeres asiáticas de Nueva York y arreglaba citas, transporte y alojamiento. Generalmente las trabajadoras sexuales dormían en colchones en el piso. Chen fue condenada a cinco años de cárcel en diciembre.

Chris Muller, de Restore NYC, una organización neoyorquina que asiste a víctimas extranjeras del tráfico sexual, dice que las autoridades están conectando a estas mujeres con agrupaciones que las ayudan a salirse de ese negocio y a regularizar su status inmigratorio, cortando su dependencia de los traficantes, que a menudo retienen sus pasaportes y otros documentos.

En varios estados hay campañas a favor de la legalización de las trabajadoras sexuales.

Estados como Carolina del Norte y Delaware, por ejemplo, hace poco les dieron a estos salones de masajes la categoría de negocios del campo de la salud, lo que implica que deben someterse a inspecciones y satisfacer otros requisitos. Illinois, Nueva Jersey, Texas y una docena de otros estados analizan regulaciones más estrictas para los salones de masajes.

Los fiscales, por otro lado, están enfocándose en los clientes que ponen comentarios en sitios como Yelp sobre sus experiencias en estos salones.

En Seattle las autoridades cerraron un portal llamado The Review Board y encausaron a decenas de personas, incluidos clientes que hicieron comentarios y operadores de salones, por delitos relacionados con la prostitución en el 2016.

Pero siguen funcionando portales más grandes como Rubmaps, según activistas.

Para la ex trabajadora sexual Jasmine Grace Marino, la solución es simple: Debe acabar la demanda de servicios sexuales a cambio de dinero.

Esta mujer de 38 años, de New Hampshire, dice que fue presionada a trabajar en salones de Connecticut y Maine cuando era veinteañera por su novio de entonces, que pasó a ser su proxeneta. Dejó ese negocio después de cinco años, escribió un libro sobre sus experiencias y dirige Bags of Hope (Bolsas de Esperanza), un ministerio de Boston que ayuda a mujeres que han sido víctimas de tráfico humano, tienen problemas de adicción o son indigentes.

“Los hombres tienen que abordar este tema”, dice Marino. “Miren a Robert Kraft. Es un millonario, ganó todos esos campeonatos, pero no está satisfecho y tiene que satisfacer una necesidad ilegalmente. Algo no funciona con esta gente”.