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Ciudades eternas de Italia
Roma, la “Ciudad Eterna,” recibió su sobrenombre cuando en el primer siglo el poeta Tibulo la llamó “Urbs Aeterna” y los poetas Virgilio y Ovidio siguieron su ejemplo. El nombre refleja la grandeza y resiliencia de Roma, creada por Romulus y Remus, quienes según la leyenda eran hijos del dios Marte.
Si Tibulo, Virgilio y Ovidio pudieran ver a Roma en la actualidad se sentirían seguramente complacidos.
La ciudad es, sin dudas como ellos dijeron, “eterna” y cautiva a todo el afortunado viajero que la visita con sus monumentos que incluyen fuentes como la de Trevi, famosa globalmente, e íconos como el Coliseo, el legendario anfiteatro al este del Foro Romano, terminado en el año 80, y utilizado para espectáculos de gladiadores, cazas de animales, martirios de cristianos, y hasta simulacros de batallas navales.
La ciudad es también única en el mundo pues contiene en su interior todo un país, el Vaticano, cuyo corazón es la Plaza y Basílica de San Pedro.
La basílica, comenzada por el Papa Julio II en 1506 y terminada en 1615, cuenta con una espectacular cúpula diseñada por Miguel Angel durante el Renacimiento y tiene innumerables tesoros incluyendo el santuario sobre la tumba del Apóstol San Pedro (además del primer papa, San Pedro, hay unos 90 papas sepultados en la basílica), e obras de arte incluyendo la Pietá de Miguel Angel. La basílica es, en mi opinión, una de las razones más importantes que hacen a Roma eterna –la espiritualidad que representa trasciende al espacio y al tiempo y una visita a esta iglesia permanece en la memoria del visitante para siempre.
Considerada por expertos como el edificio más importante del Renacimiento, impresiona con sus aspectos barrocos incluyendo el baldaquino sobre el altar de Gian Lorenzo Bernini. Es sitio de peregrinajes de cientos de miles de católicos que la visitan al igual que la gran plaza en forma elíptica flanqueada por columnas, diseñada por Bernini, que le sirve de antesala para liturgias y bendiciones papales. Tibulo, Virgilio y Ovidio estarían muy impresionados, y si pudieran viajar a otras ciudades de la Italia de nuestros tiempos, yo les invitaría a considerar llamar a Florencia, Pisa y Venecia ciudades “eternas” también, pues yo he llegado a esa conclusión tras más de una docena de viajes a Italia. Estas magníficas ciudades al igual que Roma cuentan con monumentos, arte, plazas e iglesias, que como las de Roma, nunca se olvidan.
En Florencia, Il Duomo, la Catedral de Santa María del Fiori, fue comenzada en 1296 y terminada en 1436. En estilo gótico tiene una espectacular cúpula diseñada por Filipo Brunelleschi, que es la cúpula mayor construida con ladrillos en el mundo y que está coronada con una bola dorada diseñada por Verrocchio y su aprendiz, Leonardo DaVinci. Estatuas de Donatello, entre otros adornan a la iglesia que también cuenta con 44 vitrales de Donatello, Ghiberti y otras luminarias de la era, al igual que el baptisterio y campanario de Giotto.
Añadiendo a estos impresionantes encantos de Florencia, se encuentran sus atesorados museos incluyendo la Academia con el icónico “David” de Miguel Angel, el Uffizi, con obras de Miguel Angel, Leonardo y otros grandes maestros, palacios de la poderosa familia de los Medici y mucho, mucho más.
Y otro rasgo magnífico de Florencia, es que se encuentra a solamente un poco más de una hora de Pisa, otra ciudad eterna con su Plaza de los Milagros adornada por la Catedral, Baptisterio y su campanario, la icónica Torre Pendiente que data del Siglo XII con cimientos inestables que causaron que se inclinara unos cinco y medio grados en la década de 1990 temiéndose que se podría desplomar. Fue remediada pues la humanidad sabe a ciencia cierta que estos monumentos deben ser por su belleza y espiritualidad, eternos, y ahora se inclina solamente unos tres grados. Como la Torre Pendiente de Pisa, que estuvo en peligro otra de mis ciudades eternas, Venecia, lo está también –en este caso, por inundaciones.
“La Serenísima,” como se le llama a este encanto de ciudad con su majestuosa Plaza de San Marco que Napoleón llamó “la sala de Europa,” Venecia vivirá para siempre, si no en realidad, en leyenda –aunque yo pienso que la humanidad siempre vendrá en ayuda a esta joya sin precio pues ya lo ha hecho en ocasiones de grandes inundaciones como en 1966 y 2019.
La ciudad entera, con sus románticos canales, palacios, puentes y museos es Patrimonio de la Humanidad de UNESCO.
Su centro de mesa es la Plaza de San Marco con sus monumentos, campanil del Siglo XII, Palacio Ducal, cafés y la maravillosa catedral y basílica de San Marco, dedicada al evangelista. Llamada la “iglesia de oro,” por sus bellos mosaicos dorados en el interior, la presente es la tercera iglesia en el sitio desde el Siglo IX y se encuentra junto al Palacio Ducal.
Con influencias románicas, góticas e islámicas su exterior es una sinfonía de cúpulas. Cuatro bellos caballos griegos en bronce del Siglo IV o V, traídos de Constantinopla después de la Cuarta Cruzada, adornaban el frente de la iglesia y ahora se encuentran en su museo –los que están en la fachada son copias. Sin dudas, si Tibulo, Virgilio y Ovidio pudieran haber visitado a Venecia y sus encantos de ahora la llamarían, como yo, eterna.