Crónica de Viajes
La Casita de Rones en San Juan, Puerto Rico
Aquí estuvo el Departamento de Agricultura y Comercio y luego el Centro de Información Turística de PR.
Meses atrás vi una foto que me llamó la atención. ¿Qué es? ‘La Casita del ron, en San Juan, Puerto Rico. Es un pequeño bar y restaurante’ me explica Coralis Orbe, quien la había subido a su IG. Hace menos de dos meses pude visitarla. Mas vamos por partes. Alexis, Fabiola y yo tras varios días de estar en Puerto Rico, salimos hacia el Viejo San Juan, a comer tapas. Cerca de la Catedral, junto a Karila y Gustavo, entramos en un restaurante de comida española. Lamentablemente tuvo mejores tiempos. Desde aquí salimos (en dos autos) hacia el Chocobar Cortés. ¡Hay espacio! en un parking cercano.Entre lo que ordenamos recuerdo los bombones, y la originalidad de una bebida: Choco Martini. Pero los churros me defraudaron. Tras este relax, Fabiola quiere manejar el descapotable de su hija Karila. Voy con ella. “¿Adónde nos reunimos?”, pregunta mi hijo Alexis. “En la Casita de Rones”. Paseamos por las calles del Viejo San Juan admirando sus bien pintadas casas de distintos colores y, a lo lejos, la capilla del Cristo cuando Alexis avisa por el móvil que están en un tapón. Nos veremos luego en otro sitio. Fabiola estaciona el auto y se pregunta “¿Dónde está el botón para subir la capota?” La miro. “¿Tú no habías manejado antes este auto?” “No, nunca”. Llama a Karila. Encuentra el botón. La capota cierra, pero no herméticamente. Llama de nuevo. Al final todo perfecto.
Nos acercamos a un vigilante a pedirle la dirección de la Casita de Rones. Nos mira con extrañeza. Señala la dirección y comenta: “Bueno, hay rones que no son muy fuertes…” ¿Qué habrá imaginado? “¡Mírala ahí!” digo a Fabiola. “Ahora me doy cuenta que la conocí años atrás. Cuando era el Centro de Información Turística de Puerto Rico”. Vamos a entrar, pero una cadena nos lo impide. Solo dan paso a los clientes. A una empleada le explicamos que queremos tomar unas fotos. Sonreída soltó la cadena. Entramos a un salón con butacas, y estantes repletos de botellas de muy variada forma y tamaño. Da paso hacia la terraza. De su techo caen en cascada flores rosadas. No sé si naturales o imitación. A la vista la zona del litoral, por donde atracan los cruceros. Ha de ser un espectáculo verlos con su iluminación nocturna. Hacia la derecha, distingo el edificio que aloja la Aduana. Data de 1924. (La Casita, en la Plaza Dársenas, fue levantada en 1937).
Pago de parqueo
En el estacionamiento no vemos cartel que señale dónde está la máquina de pago. El que viene por vez primera piensa que se paga a la salida. ¡Vaya chasco! Ahí empiezan a hacer reversa los autos, entre estos el nuestro, a buscar dónde pagar para poder salir.