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Quedó en las ruinas: “Tenía varios choferes y hoy soy yo el que da ese tipo de servicio”

El dueño de la historia de hoy nació en “cuna de oro” y heredó una inmensa fortuna, pero su mala administración, su inexperiencia y los juegos de azar lo llevaron a perderlo todo cuando quedó a cargo de la empresa de su familia. Su esposa nunca lo abandonó y ha sido su sostén

Quedó en las ruinas después de haber tenido una fortuna

Quedó en las ruinas después de haber tenido una fortunaGetty Images

“No te voy a ofrecer mi identidad porque tú sabes que hoy las redes están haciendo más daño que bien. No quiero someterme al escrutinio de nadie. Lo que pasó pasó y lo he enfrentado con todas las consecuencias que ha traído”. Fue lo primero que habló el hombre que, luego de tenerlo todo y andar con su chofer para todos lados, hoy es él quien vive de este oficio.

Como si se sintiera orgulloso de lo que le ha tocado hacer después de no saber administrar los recursos de su familia, el dueño del relato de hoy, deja saber: “Creo que las cosas pasan por algo. Después que me sucedió esto, es decir, que quedé en las ruinas, es que he podido entender el valor de las cosas, y más bien de la vida”. Un nudo en la garganta le impide seguir hablando tan fluido como iba, pero lo domina y continúa.

“Fíjate, cuando uno nace en una ‘cuna de oro’ como se dice, hay situaciones que no experimentamos. Nuestros padres se preocupan porque tengas una buena educación escolar, que vayas a la mejor universidad…, pero pocas veces, se detienen a enseñarnos el verdadero sentido de la existencia. Por ejemplo, no hago nada con tener varios títulos, saber lo que es un buen vino, viajar por el mundo, etcétera, si no me enseñan qué es lo que gano con esto o para qué me sirve darme una buena vida”. Habla con propiedad y lamenta “los baches que me crearon”.

Es consciente de lo fuerte que es vivir los dos extremos de las llamadas clases sociales. “Ahora que estoy atravesando por esta situación, me he preguntado tantas veces, ¿por qué me enseñaron la buena vida que puedes darte con dinero y nunca me enseñaron cómo ganármelo con esfuerzo y saberlo administrar? La respuesta no la tengo, a pesar de que mi familia consiguió fortuna con grandes esfuerzos, que hoy, entiendo, fue lo que debieron enseñarnos a mí y a mi hermano”. Su lamento lo externa para que la gente reflexione, pero en realidad, está haciendo las paces con su situación.

¿Cómo te quedas en la quiebra?

Se le hizo esta pregunta para poder entender cómo, una persona que heredó una fortuna de tantos millones, puede hoy dedicarse a dar servicios de taxi, de transporte escolar y a realizar todo tipo de trabajo para poder subsistir con su familia.

Hoy se dedica a prestar servicios de taxi

Hoy se dedica a prestar servicios de taxiFuente externa

“Es un cuento largo, pero que pretendo resumirte, ya que decidí contar mi historia”. Se aflige, pero es normal. Nunca había hablado del tema de manera pública, de ahí su interés en preservar su identidad.

“No sé si cuando algunos lean esto, me identifiquen, pero te cuento. Lo primero es que, cuando yo tenía siete años, perdí a mi madre, yo siendo el menor de dos hermanos. Crecí con ese vacío, aunque luego mi papá se volvió a casar y, gracias a Dios, con una mujer muy buena y cariñosa, a quien agradezco estar hoy de pie, al igual que a mi esposa”. Esta parte lo pone melancólico.

Para continuar con su relato, respira profundo, el hombre que, aunque anda en la calle cogiendo lucha, no pierde su ‘felling’. Con su camisa azul, mangas largas, de buena marca; su pantalón jean y una gorra de las que siempre están de moda, sigue contando: “El tiempo pasaba y, como todo muchacho de familia adinerada, yo llevaba una vida de lujos y hasta de despilfarro. Con decirte que podía comprarme hoy, por ejemplo, un t.shert de ciento y pico de dólares, y después que me lo ponía, no me gustaba y lo regalaba…”. En este momento no pudo vencer el llanto.

“No lloro porque extrañe esa vida, para nada. Lo hago porque he sido tan inconsciente de lo que de verdad es este regalo que Dios nos ha dado de vivir. Pero nada, te sigo contando. Dejé dos carreras sin concluir, es decir, que no me gradué nunca. Entonces, cuando mi padre fallece, quedo a cargo de todo, pues mi hermano mayor, que dicho sea de paso, siempre fue más consciente que yo, se fue a estudiar fuera y se quedó haciendo su vida allá sin depender de mi papá y, como mi padre no quería que se quedara, mi hermano le dijo que lo haría sin depender de él. Así ha sido”. Le ha dado la mano, pero vive de un trabajo en el país donde está.

Desde que tenía 21 años se hizo adicto a los juegos de azar. Su padre siempre lo sacaba del hoyo, “pero no me enseñó a salirme yo de él”.

Luego de quedar en la quiebra intentó atentar contra su vida

El responsable del relato de hoy, está vivo gracias a su madrastra y a su esposa. Fue en un principio de año cuando quedaron sin casa y prácticamente, sin nada y la melancolía lo aturdió. Ante su nueva realidad, no quería vivir, y hoy le pide perdón a Dios.

Cuando el protagonista de esta historia, recomendada a LISTÍN DIARIO por Lourdes Cepeda, una persona que le ha brindado su apoyo, se vio manejando tanto dinero “me volví como loco, yo no sabía que la fortuna de mi papá era tan grande”. Lo recuerda y sus ojos dejan ver su frustración.

Perdió su fortuna por la mala administración y los vicios

Perdió su fortuna por la mala administración y los viciosGetty Images

“Recuerdo que después de los nueve días de papá morir, con mi hermano aquí en el país, fuimos a la oficina, y todo el mundo triste, y por supuesto, nosotros devastados. El caso es que, el contador de la empresa nos entrega un informe con todo, y nos dice, ‘faltan algunas cosas cuyos contratos no están definidos. Hay que soportar algunos avales para lograrlos’. Mi hermano, que es muy inteligente, revisa todo y, como tenía que irse, me dijo que siguiera yo y que le informara”. Hasta ahí, todo va bien.

El tiempo iba pasando y él, ya con 30 y pico de años, con una esposa, con dos hijos hasta ese momento, iba despilfarrando la fortuna. “Aunque debo dejar por sentado que, aunque fue por mi irresponsabilidad, no todo el dinero lo derroché y jugué yo. No, hubo unos empleados que malversaron fondos cuantiosos. Eso se demostró, se fue a la justicia y el caso es otro”. No quiso dar detalles de eso.

De sus “grandes amigos” sólo uno lo orientaba y le decía que parara. “Ya el vicio de los juegos que yo había, supuestamente superado, gracias a unas terapias a las que me sometí fuera del país, volvió a ser parte importante de mi vida. Esa fue la hecatombe. Es desagradable decir por aquí la cantidad de dinero que yo perdía en un día, una semana…”. Detiene el recuento y echa su cabeza hacia atrás para evitar que las lágrimas delaten sus emociones.

Su madrastra, que lo ha tratado siempre como a un hijo, pues ella y su padre nunca tuvieron hijos, y su hermano, que casi siempre vivió fuera, lo aconsejaban, pero no había forma. Lo propio hacía la esposa, quien en varias ocasiones lo amenazaba con dejarlo y llevarse a los hijos. 

“Yo me volví un desastre. Gracias a Dios, mi madrastra pudo sacar algo de dinero de la empresa, y tiempo después lo pagó para que yo no fuera preso”. Con sus manos tapa su rostro, dejándolas caer sobre sus mejillas para que no quedaran rastros de lágrimas.

En una pistola vio la solución

Recuerda que a inicio de enero de un año que no mencionó para no dar muchas pistas de su identidad, llegaron a su casa ubicada en un lujoso sector de la capital, unos efectivos policiales y un alguacil para informarles que tenía que desalojar la residencia. 

“Le pido perdón a Dios porque cuando pasó esto, yo sólo pensé que, en una pistola, estaba la solución. Así como puedes entenderlo, atenté contra mi vida”. El llanto tiene sonido y contagia a los demás.

Ya un poco recuperado de su desahogo, comenta: “Cuando esas dos mujeres (madrastra y esposa) vieron que agarré el arma, yo creí que no lo habían notado, se fueron detrás de mí. Me tocaron la puerta, me gritaban que pensara en mis hijos, en ellas que me amaban, que no las dejara sola, que juntos podía resolver… ¡Mira!, hay que tener coraje para no detenerse ante sus lamentos”. Lo termina de decir con la voz entrecortada.

Lo lograron. Él abrió la puerta y les prometió que nunca más haría eso. “Lo que yo nunca había hecho, bueno sí, fui a la iglesia para casarme, pero a orar, de verdad y me da vergüenza decirlo, nunca había ido. El caso es que fui, me hinqué por un largo rato y le pedí a Dios que diera fuerzas. Y créeme, me las ha dado, y mucha”. Junta las manos en señal de agradecimiento divido.

¿Cómo terminas trabajando como chofer?

Después de “ponerme los pantalones” se dedicó a buscar trabajo. “No sabía que era algo tan difícil, y ni siquiera porque muchas de las personas a las que acudí conocían a mi papá, me salió fácil. Conseguí ser supervisor en una pequeña compañía que creó uno de los trabajadores de la empresa de mi padre, pero después que se supo lo del desfalco de la empresa de nosotros, mejor lo dejé”. No dio mayores explicaciones.

Su hermano le ha dado la mano. “Claro, después que se le pasó el pique conmigo, pero él vive de su trabajo, aunque le va muy bien. Unos amigos de él viven aquí en el país y yo soy que les llevo a sus hijos al colegio, a sus clases particulares… y, cuando termino, entonces, me pongo a ‘taxear’, no me quejo, podemos comer y educar a nuestros hijos, que ahora son tres. Mi esposa trabaja y, como mi madrastra nos regaló un pequeño apartamento, que se salvó junto con otro más porque estaba a su nombre, pues ahí vamos viendo cómo salimos a flote”. Lo cuenta el hombre que hoy utiliza su experiencia para llamar la atención de las personas que lo tienen “todo”, a que valoren la vida, no los “teneres”.

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