REALIDAD Y FANTASía
El eclipse de Emma
Ha pasado mucho en estos días. Estuve enferma y Emma solícita me atendió y, por supuesto, tuve que tomarme sus preparados de hierbas y además las píldoras a montón que recetó el doctor.
En ese tiempo en que a veces me sentía terriblemente mal y otras perfectamente bien tuve mucho tiempo para pensar en el eclipse de sol y relacionarlo con una serie de catástrofes que han ocurrido.
Los antiguos tenían muchas creencias sobre el fenómeno, inclusive los aborígenes que poblaban nuestra América. Hasta Cristóbal Colón echó mano de este temor para meter en cintura un conato de rebelión, entre los nativos de Jamaica, quienes se negaban a seguir proporcionando alimentos a su tripulación.
Sin nos remontamos más en la historia, comprobaremos el temor general, siglo tras siglo, al fenómeno en el cual la Luna se interpone entre el Sol y la Tierra, causando un apagón cósmico, para decirlo al estilo de la generación “X”.
En la actualidad, la gente siente temor si no está educada sobre los fenómenos celestiales, pero todo el mundo está a la expectativa y dispuesta a gastarse un dineral, comprando espejuelos especiales para proteger los ojos, de los maléficos rayos y poder contemplar cómo la Luna, nuestra romántica Luna, se convierte en guerrera y se apodera del dios Sol, aunque sea por poco tiempo. Emma por supuesto está haciendo sus preparativos. Por más de que le digo que aquí no se va a ver, no me hace caso y puso velas por donde quiera porque le dijo su amigo el astrólogo de Villa Mella que los rayos gama nos cubrirán a menos que el Altísimo nos socorra.
Tienen además listos unos lentes que le prestó una comadre que vivía en Nueva York.
El eclipse pasará y seguiremos como de costumbre. No arreglará nuestros sempiternos problemas, pero tampoco los empeorará.