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FÁBULAS EN ALTA VOZ

“Tía, no quiero saber de la lluvia”

Marta Quéliz, editora L2

Marta Quéliz, editora L2

Qué triste es escuchar esta frase en la boca de un niño de 11 años. Da ganas de llorar sólo al oír a mi amiga Dilenny contar cómo se puso cuando su sobrino le comentó eso el viernes pasado cuando llovía a cántaros. Si nosotros como adultos sentimos tanta impotencia ante esta realidad, no quiero imaginarme el temor que se apodera de ese niño desde que caen dos gotas de agua.

Razones le sobran

En el año 2022, la familia de este menor tenía todo listo para celebrarle su cumpleaños número 10, el cuatro de noviembre, aunque nació el día nueve de ese mes. El agua le echó a perder todos los planes. Pese a ser pequeño, lo pudo entender. El vehículo de su padre se inundó y otros miembros de su familia también se vieron afectados. Una semana después le hicieron un cancito para no dejar pasar por el alto su vuelta al sol. Cuando cumplió los 11, en 2023, dejaron para festejar el domingo 19 de noviembre para juntar la fiesta con una primita. Le fue peor. Las lluvias del día antes (18 de noviembre) inundó su casa hasta el techo y lo perdieron todo. Poco a poco se han ido recuperando de las cosas materiales, pero las emociones del niño están cada vez peor. No puede ver que caiga una gota.

Un paseo fabuloso

Junto con Dilenny, invité al niño a viajar hacia una ciudad fabulosa donde la caída de la lluvia es motivo de alegría porque es un regalo de la naturaleza. Todos la disfrutan sin miedo. Saben que sus casas están seguras porque las vías están aptas para filtrar el agua, y la comunidad evita a toda costa tirar basura y desperdicio que puedan afectar los filtrantes. La educación en este aspecto se imparte desde las casas y continúa en las escuelas. Las autoridades municipales y las gubernamentales ponen todo a disposición de los habitantes para evitar que algo tan hermoso como la lluvia se convierta en un “cuco”. Pese a toda la formación que tiene la gente, desde que se hace un llamado de advertencia por lluvia, los organismos están a una. Trabajan juntos para prevenir cualquier desastre. Allí todo está fríamente calculado.

Miedo a volver

Tan inmenso es el pánico que le tiene el sobrino de Dilenny a la lluvia que, desde que se enteró de su regreso a la realidad, se negó rotundamente a volver a un país que, no sólo le ha robado el sueño de ver y deleitarse con la lluvia y hasta bañarse bajo el agua, sino que le ha quitado la ilusión de festejar su cumpleaños porque para él ya noviembre es un mes trágico, no es el que esperaba con ansias para juntarse con sus amiguitos. Tristemente, ahora es la época que lo ha hecho “temerle a la lluvia”.

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