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FÁBULAS EN ALTA VOZ

Mientras más lejos te llevan tus egos, más te alejan de la gente

Los egos siguen de moda. Cada día nos encontramos con nuevos debutantes y, con viejos “usuarios” que al parecer no se han dado cuenta de que ya quedan pocas personas a su alrededor a las cuales mostrarles “sus humos en la cabeza”. La razón es sencilla: mientras más lejos te llevan tus egos, más te alejan de la gente. Lo triste es que, cuando vienes a darte cuenta, si es que llegas al raciocinio (porque hay quienes mueren así), puede que sea demasiado tarde y, que tal vez en el momento que más necesites de alguien, ya no quede nadie para extenderte la mano.

La belleza de la humildad

No importa cuántos bienes poseas, cuántos títulos cargues, cuánto dinero ganes, qué puesto desempeñes, qué bien te vistas, qué bien te veas… nada de eso tiene ningún valor. Habrá unos que otros que te “limpien saco”, pero la mayoría aborrecerá tu arrogancia y criticará tu poca o ninguna humildad. Es bueno tener claro que no debe justificarse la existencia del ego porque hubo traumas en el pasado, porque la persona pasó mucho trabajo, por esto o por aquello. Nada debe dar pie a que un ser humano se sienta supeior a los demás. Al fin y al cabo, todos somos iguales ante los ojos del Creador, a quien le agrada tanto la humildad de sus hijos.

Un lugar donde no cabe el ego

Para liberar a algunas personas de ese fastidioso ego, invité a un amplio grupo a una ciudad fabulosa donde no hay espacio para él. Allí los visitantes tuvieron la oportunidad de observar cómo todos son uno solo. Nadie está por encima de nadie. No hay división por clase social, porque todos son iguales. No existe el jefe y el subalterno, porque los que dirigen son líderes que conducen al desarrollo y al crecimiento de todos. No hay quién vea ni por casualidad a alguien sentirse superior a los demás por ninguna razón, porque allí todos tienen las mismas facilidades para estudiar, formarse y triunfar. Las autoridades se encargan de eso, como también lo hacen con ponerle una barrera a la entrada de los odiosos egos.

Una liberación fabulosa

Visitar aquella ciudad fue como un bálsamo para el espíritu del grupo invitado. Allí no sólo se notó lo bien que se vive en una comunidad donde no hay cabida para los egos, sino también, que se probó lo sanador que es estar cerca de la gente. Sentir la solidaridad, el cariño, el respero y la admiración de los demás sólo requiere de que la persona esté desprovista de esas “manchas oscuras” que da el ego y que te aleja de seres queridos, de compañeros de trabajo, de amigos, de vecinos, y del que te rodea porque no todo el mundo está dispuesto a lidiar con quienes se sienten superior a ti por poseer quizás, sólo algo material. Evítalos para que la gente se acerque.

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